La reactivación anticlerical de las juventudes socialistas españolas

La reactivación anticlerical de las juventudes socialistas españolas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Por Roberto Esteban Duque, doctor en Teología Moral

"Te pido perdón porque no hemos sido lo suficientemente valientes como para quitar las ayudas públicas a la Iglesia, romper el Concordato o hacerles pagar impuestos como el IBI". "Todos, créeme, todos los días me arrepiento por haber dejado en un cajón de Moncloa la Ley de Libertad religiosa y la Ley de Muerte digna (?)".

Es parte de un video donde un grupo de militantes jóvenes del PSOE piden perdón por los errores de Zapatero, al no haber reconocido en su momento la crisis económica, al tiempo que, con una gravedad aquejada de tosquedad anticlerical (propia de la generación de sus padres y mentores, y asimilada por las nuevas juventudes socialistas), lamentan las abortadas políticas de reciente laicización del poder.

No vamos a engañarnos. El PSOE proviene de una tradición laicista y anticlerical. El laicismo de neutralización siempre estuvo presente en los núcleos dirigentes y los cuadros medios del partido. La modulación del discurso dependerá de la correlación de fuerzas y las expectativas electorales.

La identidad cristiana de algunos militantes del PSOE se ha visto privatizada, sumergiéndola en una espiral de silencio ante la cultura dominante sobre la Iglesia, una actitud de elocuente desprecio. La democracia, en este sentido, estaría vacía de contenido cuando el ciudadano se define antes por una identidad ético-religiosa que por una identidad personal.

En los primeros años de la década de los noventa, Raimón Obiols y Ramón Jáuregui intentaron cambiar esta situación, diseñando una política hacia el mundo cristiano distinta. Expresaba una deuda histórica del PSOE con el cristianismo, no con la Iglesia católica. Incluso Zapatero, elegido en junio de 2000 secretario general del PSOE, prologó el libro Tender puentes, diciendo que "lo cristiano socialista forma parte de nuestra identidad".

Pero el tiempo demostró que Jáuregui no era partidario de un laicismo inclusivo, como a él le gustaba presentarse, sino la cara amable de un perfil más hostil encarnado por Álvaro Cuesta, quien propugnara en 2006 el manifiesto unilateral Constitución, laicidad y Educación para la Ciudadanía, y donde el PSOE se presentaba nada menos que como impulsor de los nuevos derechos del aborto y del matrimonio homosexual. El manifiesto daba a entender que la religión es fundamentalista y el fundamentalismo religioso es antidemocrático.

Con Zapatero, el laicismo se impone como una de las señas de identidad más claras de la política del partido. Pero las actuales juventudes socialistas, dirigidas por la generación "sesentayochista", quieren mostrar una imagen más izquierdista y radicalizada, reactivando las políticas de laicización más antirreligiosa y anticlerical.

El video difundido por el Grupo PRISA, donde el laicismo socialista y la progresía hispana encontraron la mejor plataforma ideológica para cargar contra la Iglesia y crear opinión (de un modo especial, desde la presencia en El País de Cebrián), expresa viejas demandas y reivindicaciones del laicismo español. No basta ya con reducir el poder dogmático de la Iglesia, como pretende el laicismo liberal. Para hacer realidad el progreso moral se necesita transformar un modelo en el que las libertades proclamadas constitucionalmente son negadas cotidianamente. Se trata de la defensa del laicismo socialista como integración y superación del laicismo liberal.

En el vídeo se demanda, en primer lugar, una política de obstrucción máxima a los cumplimientos de los Acuerdos con el Vaticano, solicitando su derogación. Pura ideología que pretende resucitar la supuesta pervivencia de un neoconfesionalismo que recorta la laicidad del Estado, además de tratarse de unos acuerdos inconstitucionales. El Estado -piensan los dirigentes socialistas- debe culminar el proceso de separación, como ya lo hiciera Francia en 1905. Claro que, la "Patria", a pesar de muchos, no es sólo patrimonio material, sino también espiritual y moral.

Se considera, asimismo, que existe un sistema jurídico que genera desigualdad porque la Ley de Libertad religiosa de 1980 no recoge los derechos propios de la libertad de conciencia no religiosa. Se trataría de derogar la Ley Orgánica de Libertad religiosa de 1980 para reducir la libertad de conciencia a libertad religiosa. Sin duda, otra de las reformas ideológicas en orden al arrumbamiento de lo trascendente y al esfuerzo titánico por intensificar la laicización de la sociedad y del Estado.

Por otro lado, si el Estado contribuye económicamente al sostenimiento de la actividad religiosa, se terminará considerando lo religioso un servicio público. Rechazan así los hipotéticos privilegios financieros y legislativos de los que disfruta todavía la Iglesia. Todo el mundo sabe, sin embargo, que el Estado no financia a la Iglesia, sino que es el contribuyente y las aportaciones voluntarias de los fieles quienes así lo deciden.

Finalmente, se solicita la Ley de Muerte digna, vulnerando de este modo el fundamento del ordenamiento jurídico y los derechos del hombre como persona, evidenciando la falta de solidaridad más extrema, donde el morir no se entiende ya como parte del vivir y se abre paso la pujante cultura de la muerte.

Parece claro que la Iglesia incomoda en exceso al socialismo beligerante de la España a garrotazos, a la que considera su verdadero enemigo; poderoso y peligroso enemigo al que conviene respetar, siquiera desde la repulsa y la política de la proscripción y del arrinconamiento. Se prefiere, claro está, otra época, diferente atmósfera histórica donde diversos sectores de la sociedad se vean obligados a refugiarse para sobrevivir; se siente nostalgia de un pasado reciente de políticas de cuño laicista radical, sólo posible ante el desgaste de una fe religiosa debilitada y la difusión de una mentalidad neutralista estatal.

Roberto Esteban Duque