Retos y perspectivas eclesiales en el comienzo de un nuevo curso

Retos y perspectivas eclesiales en el comienzo de un nuevo curso

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Este mismo sábado, día 7 de septiembre, toda la Iglesia universal, los creyentes de otros credos y todas las personas de buena voluntad están invitados por el Papa Francisco a una jornada de oración, ayuno y penitencia por la paz. La explosiva situación en Siria, tras dos años y medio en guerra civil y agravada tras los presuntos ataques con armas químicas del pasado 21 de agosto, es la primera destinataria de esta convocatoria papal, una ocasión espléndida además para reflexionar sobre la inutilidad y criminalidad de la guerra -de todas las guerras-, para desenmascarar sus turbios y crematísticos intereses y para renovar el compromiso irrenunciable por la paz, la más legítima, la más fundamental e imprescindible de todas las aspiraciones y necesidades humanas. Porque nada es posible sin la paz y nada se consigue con la guerra.

La acción, la educación y el compromiso por la paz es, así, el primero de los desafíos de la Iglesia en el comienzo de un nuevo curso. Un nuevo curso que en España anuncia otra ocasión extraordinaria para apostar por la paz ?en y desde sus premisas incuestionables como el perdón y la reconciliación- con las beatificaciones, el domingo 13 de octubre en Tarragona, de 522 mártires del siglo XX. Desde esta clave y desde la interpelación en pos de la renovación y revitalización de la fe y de su implementación y aval a través de la caridad y de la misión evangelizadora (ver editoriales de los números 3.681 y 3.684), la Iglesia en España ha de seguir preparando, con gozo, esmero e interés, la gran cita del 13 de octubre en Tarragona.

Por otro lado, en los albores mismos del nuevo curso, ha llegado la noticia del nombramiento de un nuevo secretario de Estado de la Santa Sede (ver páginas 1, 3 y 55). Este nombramiento se inserta dentro de la voluntad reformadora del Santo Padre y obedece a obvias razones tras un relevo en la Cátedra de Pedro, amén de la avanzada edad del hasta ahora número dos del organigrama vaticano. Vaya ya desde ahora nuestra felicitación y adhesión hacia la persona del arzobispo y diplomático italiano Pietro Parolin. Y vaya también nuestro reconocimiento, como otras veces hemos escrito, hacia el cardenal Bertone, quien, en siete complejos años, ha prestado este servicio y quien, a nuestro juicio, ha sido objeto de injustas descalificaciones.

El nombramiento de monseñor Parolin, como ya queda indicado, se enmarca dentro de los planes de reforma expresados en reiteradas ocasiones por el Papa Francisco, algunos de ellos puestos ya en marcha. Dentro de un mes, del 1 al 3 de octubre, se reunirá en Roma, bajo la presidencia del Santo Padre, la comisión por él nombrada el pasado 13 de abril e integrada por ocho cardenales y un obispo. Aconsejar al Romano Pontífice en su misión del gobierno de la Iglesia universal y el estudio de la reforma de la Curia Romana son los dos objetivos de esta comisión. En nuestros editoriales de los números 3.672, 3.674 y 3.680, ya hemos reflexionado y nos hemos congratulado por las expectativas de esta comisión. Y a aquellas mismas actitudes, señaladas en los citados comentarios editoriales, de eclesialidad, alegría, esperanza, sensatez, apertura y comunión nos remitimos ahora.

La reforma de la Iglesia es, sí, uno de nuestros grandes desafíos. Pero, como escribíamos en nuestro anterior editorial, esta tan precisa reforma de la Iglesia solo será posible desde la conversión pastoral, desde el ahondamiento en la condición del discípulo, desde la humildad y desde el fortalecimiento de la fe. Un fortalecimiento de la fe que encuentra en los ya tres últimos meses del Año de la Fe una renovada ocasión e interpelación. Conocer, confesar, profesar y testimoniar la fe cristiana es el gran objetivo del Año de la Fe y deberá seguir siéndolo. Y es que la "suerte" de la tan apremiante nueva evangelización no depende solo de programaciones, proyectos e iniciativas, cuanto de sentir, vivir y transmitir la verdad, la belleza y la fecundidad de la fe en Jesucristo en y desde su Iglesia.

Las figuras proverbiales de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, canonizados quizás el próximo 27 de abril, han de emerger como modelos e intercesores en esta hora de la Iglesia y de la humanidad. A ellos encomendamos los retos y las perspectivas del nuevo curso.