El párroco de Alfafar deja el Sagrario a merced del temporal y recibe un mensaje días después: "Se quedó para ahogarse"
Salvador Aguado oficiaba Misa cuando la DANA arrasó con la parroquia de Santa Fe de la localidad valenciana: "El agua me llegaba por la cintura”
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Salvador Aguado estaba oficiando Misa el pasado martes por la tarde, minutos antes de que la DANA arrasara con la parroquia de Santa Fe de Alfafar y todo el entorno del municipio valenciano.
Aquella tarde del 29 de octubre no estaba activada la alerta roja en Alfafar. Ni siquiera llovía, si acaso un poco de viento. Los feligreses preguntaron por WhatsApp al párroco si oficiaría Misa en la hora prevista, a las 19h. Salvador estaba dispuesto, y hasta Santa Fe se acercaron unos 25 fieles.
Momentos antes de administrar la Comunión, se empezaba a escuchar en el exterior mucho alboroto. Una feligresa ya les alertó que la plaza peatonal cercana a la iglesia se estaban desplazando coches, lo que levantó ligeras sospechas entre los asistentes: “Yo dije que podía ser una manifestación”, recuerda el párroco en COPE.
Salvador se encierra en la parroquia con cien feligreses: "El agua me llegaba por la cintura"
Minutos más tarde, mientras el sacerdote se desvestía de los ornamentos litúrgicos, volvieron a avisarle de que estaba llegando el agua al templo. A partir de ese momento todo se precipitó. “Me asusté un poco, no dejé irse a nadie de la parroquia, enseguida cerré las puertas para bloquear a la gente”, ha explicado.
Se hizo con la llave del trastero de la parroquia, ubicado en la planta de arriba del templo, para refugiarse con los feligreses que asistieron a Misa: “Vimos cómo los coches comenzaron a flotar, había nerviosismo”.
Lo peor es que fuera había unas setenta personas que corrían peligro ante la fuerza del agua, por lo que Salvador Aguado no dudó en reabrir la puerta de la parroquia para introducirles en el interior: “Fui a la sacristía, cogí las llaves y la chaqueta, no pensé en la cartera ni el IPad, y abrí la puerta de la parroquia para que subieran. El agua me llegaba ya por la cintura”.
En el cuarto superior de la parroquia permanecieron casi cien personas durante la noche. Hubo momentos en los que cundió el pánico: “Escuchamos gritos de la gente, los blancos de la iglesia flotaban, reventaron una de las paredes, el agua no paraba de subir, un grupo de mujeres montaron un ratito de oración... No sabíamos qué hacer”, revela el párroco de Alfafar.
Recuperar el sagrario, la gran obsesión de Salvador: "Le había abandonado"
Rezar y confiar en Dios era lo único que se podía hacer en aquellos momentos. Al día siguiente Salvador accedió al interior del templo. Todo había quedado arrasado excepto el Cristo de los Desamparados y el altar mayor: “Todo lo demás quedó arrasado. Algunas se ha podido limpiar pero otras como manteles, ambones de las lecturas, purificadores, casullas... nos tocará tirarlo”, ha precisado.
Para Salvador, el Sagrario era una de sus preocupaciones. Estuvo tentado de recuperarlo mientras el agua no dejaba de subir, pero fue consciente del peligro que aquella operación conllevaba. “Estaba con esa espina de que había abandonado al Señor en medio del caos".
Por ello, lo primero que hizo cuando entró en la parroquia fue buscar el Sagrario: “Estaba en la puerta de la capilla, apenas se movió de allí. Es un Sagrario de madera muy bonito, no sé si antiguo o no, pero un Sagrario de madera se ven pocos en Valencia”, ha subrayado.
Una vez localizada, era el momento de abrirla con la llave, pero al estar bajo el agua “era como buscar una aguja en un pajar”. De ahí que Salvador forzara la puerta del Sagrario: “Una vez que abrí el copón las formas estaban diluidas, todo era líquido, me quedé muy mal, defraudado conmigo mismo”, ha relatado.
La frase que cambió a Salvador: "no había abandonado al Señor"
El sacerdote estaba psicológicamente tocado. De ahí que pidiera ayuda a su psicólogo, Manuel, quien ya le ayudó a superar las consecuencias del confinamiento durante el COVID-19: “Después del confinamiento tuve depresiones, ansiedades... Gracias a mi psicólogo estoy aquí, sino me hubiera ido a mi casa deprimido”.
En la conversación entre Salvador y el psicólogo, este último le consoló con una frase que ahora el párroco de Alfafar ha compartido en sus redes sociales: “Me dijo que no había abandonado al Señor, sino que se había quedado en el Sagrario para ahogarse y salvarnos la vida a esas cien personas, y se había ahogado con los que se han ahogado en esta tragedia. Fue una imagen que me dio paz”, asegura.
A juicio de Salvador Aguado, lo ocurrido con el Sagrario de Alfafar es “una imagen clara y actual de que el Señor continúa dando vida por nosotros”.
Una semana después, en el que los vecinos afectados por la DANA están sumidos en la desesperación y el dolor, Salvador les pide “que confíen en el Señor, que puede hacer cosas inmensamente grandes. Lo que diría a la gente es confiar en los caminos del Señor, aunque sean valles oscuros es nuestro Buen Pastor”, ha manifestado.