"Todo es gracia". (Homenaje agradecido al sacerdote pacense Gabriel Cruz)

"Todo es gracia". (Homenaje agradecido al sacerdote pacense Gabriel Cruz)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"Todo es gracia". (Homenaje agradecido al sacerdote pacense Gabriel Cruz)

En la vida, hay quienes persisten en mostrar que Dios premia a los buenos y castiga a los malos; y, además, parece que saben distinguir muy bien entre trigo y cizaña e, incluso, se atreven a premiar o desposeer con esos criterios (detalle que el propio Jesús nos dijo que lo dejáramos para el único que sabe discernir y que lo haría después de la cosecha final para, así, no confundirse-. No sé por qué, ahora relaciono esta idea con un hermano en el sacerdocio, querido y respetado por mí, como es Gabriel Cruz Chamizo.

Mi primer contacto con su persona fue allá por la primavera de 1981, cuando, siendo seminarista, mi curso se preparaba para recibir el Diaconado y realizamos Ejercicios Espirituales dirigidos por él en el Seminario de Badajoz. Recuerdo cómo el hilo central que trabajamos fue la gracia de Dios en la vida. Allí, hizo referencia a G. Bernanos y su novela clásica "Diario de un cura rural", donde toda la historia se entregaba con una afirmación definitiva: "Todo es gracia". Después, nos fue ayudando a descubrir que eso estaba en la teología y en la espiritualidad paulina, y que se convertía en la clave fundamental para poder vivir el ministerio al que nos abríamos con ese acceso al Diaconado.

Ya en ese momento, se estableció una relación de cercanía y familiaridad que ha permanecido y se ha profundizado en el tiempo. Ahora, creo que ha terminado su trabajo como Director Espiritual del Seminario y seguro que acoge esta decisión con esa clave teológica que considero que ha definido su vida sacerdotal.

Desde su sencillez, ha sido una persona que ha marcado acentos en el presbiterio diocesano. Llegado de su quehacer pastoral alegre, desenfadado y profundo en La Serena, se incorporó al equipo de Coordinación en las vicarías con Don Antonio Montero. Desde entonces, ha estado siempre prestando servicios diocesanos. En lo que más tiempo se ha ocupado ha sido en la Coordinación del Equipo de Economía de la diócesis y, al mismo tiempo, de la Delegación Episcopal para los presbíteros y su formación. Ahí se ha batido el cobre queriendo ser fiel y auténtico, y se merece un reconocimiento público y comunitario. Últimamente, de Director Espiritual en el Seminario, Delegado para las Misiones, así como en la Catedral.

Y, en lo que de mí depende, aquí va mi testimonio personal de afecto y valoración de un sacerdote singular de nuestra diócesis, al que sé que le acompañan muchos otros que, también, podrían ser homenajeados.

Destaco en Gabriel cosas que me parecen extraordinarias por la sencillez con que las ha vivido entre nosotros:

– Fiel: fidelidad a prueba de bombas, aunque perdiera en el combate por adelantado. Ha sido digno de fe por la rectitud de intención, por la apertura a todos, por la coherencia de vida y por su confianza en Dios.

– Hermano: nunca me he sentido solo a su lado, y siempre lo he tenido cerca. E intuyo que este sentir lo tenemos gran parte de los miembros del presbiterio diocesano con respecto a él. Podemos pensar distinto, tener posturas diversas, ser críticos con lo que él defiende o propone, pero nunca se ha alejado, ni ha dejado de mostrar su afecto y su cariño. Fraternidad que se ha acentuó cuando yo era más joven, y más débil, o más necesitado estaba. Parte de mi vida ministerial y personal se ha agraciado con su acompañamiento. En este sentido, reconozco que, a veces, somos muy ingratos; me pregunto cuántos nos habremos dirigido a él, agradecidos, cuando terminó su responsabilidad de Delegado para el Presbiterio o de Ecónomo? Yo, personalmente, aprovecho ahora para hacer testimonio público de su bien-hacer y, a la vez, pedir perdón por no haberlo mostrado antes.

– Disponible: en todo momento y para todos. En nuestra propia diócesis, para los obispos, los compañeros, los movimientos laicales ?especialmente ENS-, para las demás diócesis de España… Ha dejado vida y salud en todos los menesteres, y de la entrega ha hecho casa de alegría en la disponibilidad del Evangelio, que siempre está dispuesto a salir afuera y vencer retos. Nuestros misioneros, tanto sacerdotes, como religiosos y laicos, son testigos de esta disponibilidad sin fronteras.

– Sencillo: si sencillo es el que hace que el otro se encuentre bien con él y salga valorado de su encuentro, para mí siempre ha sido sencillo. Nunca le he visto muestras de orgullo en su labor de acompañamiento -que motivos tuvo-, y sí le he visto orgulloso y contento por pequeños éxitos personales que yo pudiera tener. Así como he de reconocer que nunca me ha faltado su corrección fraterna en momentos muy oportunos, porque ha vinculado perfectamente la sencillez y la fidelidad con la transparencia, la sinceridad y la verdad. Todo ello, aunque supusiera dolor e intemperie para él. De ser generoso y no tener ni guardar, también sabe bastante…

– Creyente: hombre de Dios y del pueblo, confiado y digno de confianza, entregado y conociendo a los que sirve, con un afecto inmenso y un interés propio mínimo. Hombre de la Palabra y de la celebración viva y auténtica, uniendo altar e historia, vida y oración, lo divino y lo humano. Con la piedad de lo popular y la gracia de los místicos, haciendo a Dios muy cercano con el rostro de la alegría evangélica?

Necesitaba y deseaba ponerle voz a este agradecimiento, a esta persona, a este sacerdote, a este hermano y compañero del alma. Quería hacerlo en vida ?como dicen en los pueblos- y en público ?porque en privado ya lo he manifestado alguna vez- . Proclamo que en la vida he ido descubriendo aquel aserto de Bernanos, que después me quedó claro que era de San Pablo, de que "todo es gracia" y que, "a los que aman todo les sirve para el bien". Y descubro que uno de los signos más convincentes de aquella clave para el ministerio que Gabriel nos dio, ha sido su propia vivencia y ejemplo de ministerio en nuestra diócesis, en todas y cada una de estas décadas. Perdona el atrevimiento, Gabriel, y gracias por absolutamente todo.

José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz