Travesía, por Ángel Moreno de Buenafuente

Travesía, por Ángel Moreno de Buenafuente

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Travesía, por Ángel Moreno de Buenafuente

Quiero, cual notario, levantar el acta, al tiempo de la travesía por el mar de Galilea, y registrar la presencia del paso del Señor, aunque invisible, por el alma.

Quiero ser testigo secreto de su mano tendida, en el momento del naufragio interno.

Yo solo sé que la noche oscura llega a hacerse aurora, remecida de luz, al alba, con brasas encendidas.

Es cita de amistad hacer cada año la travesía, y tratar a solas en medio de las aguas, seguro de su mirada.

¡Cómo distraerse, Señor, cuando me miras en el reflejo de las aguas! ¡Cómo evadirse de la cita amable, aunque solo sea la de sabernos, sin palabras!

Sé que es sentimiento lo que tengo, al cruzar el Lago de las llamadas. Mas en la hondura del ser es cierta la presencia viva, razón de aventurarse confiado.

Al tiempo en el que avanza el barco, recojo cual teselas los instantes, para después componer mosaico, que muestre la experiencia inenarrable.

Luz azul, brisa templada, hermosura extendida, horizonte claro, abrazo interior, presencia sentida, belleza derramada, agua rizada.

Quiero contemplar cual parábola de belleza, al tiempo de otras voces y otras guerras, el beso permanente del cielo al universo, a la humanidad herida por desprecio.

Volver a Galilea es esperanza de que un día pueda más la luz que la tiniebla, más la paz que la violencia; más el amor que el odio; más la novedad que la nostalgia.

Es verdad, aunque suele sobreponerse ante los ojos el mal, a veces tan terrible, la luz en Galilea, el amor más íntimo en el corazón humano.

Y si es verdad la luz, el amor, la presencia amorosa, siempre cabe la esperanza, aunque parezca que tarda en llegar la promesa.