Una minoría con fe gigante
Mario Alcudia reflexiona este sábado sobre el viaje del Papa a Mongolia: "En la Iglesia no cuentan los números"
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Qué tal Guillermo, buenas tardes… como venimos contando, estamos en el primer día de actos oficiales del viaje del Papa a Mongolia, el número 43 internacional de su Pontificado y como decía muy acertadamente hace unos días el director editorial del Dicasterio de la Comunicación del Vaticano, Andrea Tornielli, Francisco ha viajado a este país porque en la Iglesia no cuentan los números; recordamos que estamos hablando de una Iglesia que no llega a los dos mil católicos, solo 8 parroquias, una capilla y dos sacerdotes nativos; aún así, este pequeño rebaño como lo ha calificado el Santo Padre es un pueblo noble, sabio, muy vivo en la fe y grande en la caridad.
Se trata de una visita muy anhelada por Francisco, que no pudo llevar a cabo en su día san Juan Pablo II. Desde luego en este viaje sí podemos entender eso que siempre se dice en la visita de un Papa a una nación de viajar para confirmar en la fe… todo un signo de inmensa esperanza y aliento.
Hace unos días el prefecto de Ulán Bator, el misionero cardenal Giorgio Marengo, el más joven del colegio cardenalicio, hablaba de las características que distinguen a esta pequeña Iglesia católica de Mongolia. Decía que es una fe que no tiene grandes fuerzas ni signos externos, pero que se apoya en la presencia viva del Señor resucitado, en el diálogo y en la atención a los pequeños… una fe ligada a la experiencia de ser católicos en condición de minoría, incluso de marginación.
A los que estamos en este otro lado del mundo, donde la Iglesia es tan grande en número, la pequeña comunidad eclesial de Mongolia nos alerta del riesgo de caer en la autosuficiencia… todo gracias al ejemplo y frescura de una fe que se interroga a sí misma, como la de estos mil quinientos hermanos bautizados…. En este sentido, la visita de Francisco se convierte en un signo de los tiempos. La Iglesia de Mongolia, con su carácter periférico tiene, como te decía, mucho que hacernos pensar y que decir al resto de la Iglesia universal.
Gracias a esta visita del Papa a Mongolia, la larga distancia se vuelve cercana, pequeña para cada corazón cristiano; el Sucesor de Pedro está allí para abrazar y ser abrazado por estos valientes hermanos en la fe, que nos hacen caer en la cuenta que, siempre y en todas partes, la Iglesia es naciente.