Esperanza de que nos toque

Esperanza de que nos toque

José Antonio Rosado

Publicado el - Actualizado

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Siempre por estas fechas tengo en mi memoria a mi padre con la televisión encendida durante toda la mañana del 22 de diciembre. Hoy mi madre ha cogido el testigo y mientras desayuna, prepara la casa y hace la comida, de fondo los niños cantando premios. No suelo jugar nunca a la lotería pero reconozco que en Navidad siempre lo hago desde hace varios años. No solo por la tradición familiar y por esa música que dejan los chavales de San Ildefonso o por las imágenes de todos los telediarios en las Administraciones de Lotería que han dado los premios gordos sino por querer participar también de esas alegre incógnita de saber si el 22 uno se va a la cama de una manera muy distinta a la del 21. Y reconozco también que suelo regalar algún décimo a amigos. Sí, son días de esperanza material.

Pero esto ha cambiado para todos. De un año para otro, la esperanza no es que tengas un premio. Ahora la esperanza es tener vida. Poder vivir sin miedo, sin enfermedad, sin trincheras, sin mentiras; poder juntarnos en familia y con amigos, dejar atrás lo que nos ha traído a esta situación. Esperanza es cuidarnos mucho. Ser responsables por uno mismo y por quienes tengo alrededor. Es tratar bien el planeta y consumir mirando este horizonte. Es ser empáticos y solidarios. Es estar cerca aún estando lejos. Pero en Navidad, la esperanza es un rostro. Más que nunca, mirar al pesebre, mirar al belén, mirar a María que junto a José no tuvieron posada y sabían y confiaban aún así en el plan de Dios. No fue fácil ese nacimiento y menos aún entender ayer y hoy el misterio de la encarnación. Saber que Dios se hace hombre para compartir nuestra misma vida y nuestra misma tierra es llenarnos de esperanza. No hay mayor esperanza para el ser humano que ser consciente de que Jesús no se desentiende de nosotros pese a nuestra libertad de hacer o deshacer. La esperanza para un cristiano es Jesús recién nacido. El mundo recibe al Salvador y al Mesías. ¿No es esto ya un signo perenne de esperanza eterna para todos los hombres y mujeres de todas las generaciones?

Que el 22, el 23, 24, 25 y siempre nos toque esta esperanza.

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