Jóvenes y fe

Jóvenes y fe

José Antonio Rosado

Publicado el - Actualizado

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Leía hace unas semanas una viñeta que me llamó la atención. Decía algo así: "Joven, si quieres ser reaccionario hoy, ve a misa, cásate y forma una familia".

Lo que antes era lo normal, lo tradicional, lo estándar, hoy no es el camino que eligen muchos jóvenes. Al menos a mi alrededor abunda la falta de compromiso en este aspecto. Muchas personas jóvenes, contando desde los 15 años en adelante, no frecuentan la iglesia los domingos. Ni que decir tiene el ir a catequesis, confirmarse o participar en retiros espirituales. Los que están en edad de casarse, muy pocos lo hacen y además en su mayoría exclusivamente por lo civil. Ahí están los datos y las estadísticas, que no mienten. Algunos dirán que tenemos un problema. Yo prefiero decir que tenemos un gran reto. Mostrar a quienes les queda toda la vida por delante la trascendente noticia del Evangelio y todo lo que lo rodea es un trabajo que requiere de unidad, de valentía, de creatividad y sobre todo de constancia. Debemos saber llegar a ellos sin apuros. Lo primero que necesitamos es fe. Reforzarla en nosotros mismos. Si la avivamos, todo es posible. Una comunidad fuerte en la fe, profunda en su relación con Dios, llega a jóvenes y mayores, por muy alejados que estén.

Hay una pasividad moral en general en la juventud que a algunos nos asusta y unos valores que no se han sabido conservar ni trasladar de padres a hijos, por muchos motivos de los que, por espacio y tiempo, no entraré. Ese vacío solo puede llenarse con algo perenne y continuo y cuyo destino sea alimentar el alma, de la cual salen los mejores valores para la vida. Es la mejor inversión a futuro. Una juventud sana en cuerpo y alma, que esté en la calle, que sepa que la vida no es fácil pero que puede ser bella es un desafío apasionante y que merece la pena. Y siempre con una actitud alegre y optimista, abierta y cercana. De las grandes crisis eclesiales y también de la humanidad, la Iglesia siempre ha salido reforzada porque ha vuelto a la identidad, al Evangelio, a su alegría y a la valentía de salir de nuestras comodidades y de ahí ha salido con un coraje renovado de la mano de grandes santos, conocidos y anónimos. Ya sabemos cómo hacerlo y por qué. Ahora, al lio. ¡Vamos! ¡Sin miedo!

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