La experiencia del leproso con Jesucristo, protagonista en el Evangelio de este domingo
El periodista y sacerdote Josetxo Vera explica el significado para la vida cristiana del Evangelio de este domingo en 'Chateando con Dios'
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El Evangelio de este domingo nos habla del leproso que se acerca al Señor para ser cuidado. Si leemos el Levitíco de este domingo en la Primera Lectura, nos dicen cómo tienen que ir los leprosos: con ropas rasgadas, con pelo desgreñado y la barba tapada. Era una forma para que la lepra, que por entonces hacía al hombre impuro, fuera conocida por los demás y no se extendiera, algo similar a lo que ocurre en nuestros días para no infectarnos de covid a través de la mascarilla.
Este domingo se enlaza la lectura del Levítico con la acción de Jesús con un leproso. Se le acerca un leproso y le dice al Señor: “Maestro, si quieres puedes limpiarme". Dios le limpia y le manda al templo para certificar que ha quedado limpio de lepra y le pide que no lo cuente a nadie. Este Evangelio nos ayuda a nuestra vida cristiana, porque en el acontecimiento central del pasaje de la vida del Señor, el leproso se acerca a Jesús, que podemos ser cualquiera de nosotros a través de enfermedades físicas, problemas personales, emocionales, etc. que no podemos vencer. Ante ello, podemos acudir al Señor y pedirle que nos limpie.
La respuesta del Señor es una pequeña catequesis. El Señor le dice al leproso: "Quiero, queda limpio". En la palabra de Dios no hay espacio de tiempo entre lo que él quiere y lo que se cumple. Se cumple inmediatamente. Vale la pena recordarlo para conocer la voluntad del Señor para que se cumpla en nuestra vida, y pedir a Jesús que su voluntad sea efixaz para nuestro entorno.
La segunda enseñanza del Evangelio es la obediencia del leproso hacia Dios a la hora de ir al templo a manifestar su curación y pureza. Debemos cumplir la ley que el Señor nos manda. A veces ponemos impedimentos. En la iglesia nos pasa esto, decimos ¿por qué tengo que ir a misa los domingos o pedir perdón de mis pecados o rezar? Es la forma en la que Dios quiere que se haga las cosas. ¿Cómo no someternos a estas normas del pueblo de Dios?
No nos cuesta cumplir con lo previsto. Otro detalle muy humano que no se puede considerar pecado es cuando el Señor le pide al leproso que no se lo cuente a nadie. Le pide ir al templo para certificar su curación y, en cuanto acudió, el leproso se lo contó a todos, según refleja el Evangelio. Es la alegría de la manifestación de Dios en nuestra vida que a veces nos hace ser alocados e imprudentes a la hora de decir que Dios nos ha amado de forma especial. La alegría del leproso, ya curado, era difícil de callar. Es un pecado comprensible.