La Transfiguración: dos recordatorios de Jesús para no quedarnos en las nubes

Jesús recuerda que es Dios y que va a emprender un camino al que, si creemos, le vamos a acompañar, con la certeza de la Resurrección

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Pablo Valentín-Gamazo

Publicado el - Actualizado

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Estamos caminando en esta Cuaresma hacia los misterios que dan sentido a lo que somos. Decirnos cristianos es cumplir en la vida ese "seguir a Jesús". Jesús ha sufrido por ti, por mí y por todos. Jesús ha muerto por tí, por mí y por todos. Jesús ha resucitado para que lo hagamos tú, yo y todo el que le siga. Ese recorrido que Él hace, es el que nos propone, con la promesa de que será así. Por Él, venceremos a la muerte. 

El Evangelio de hoy es un doble recordatorio. Por una parte, Jesús nos conoce muy bien, nos ha pensado para el mundo.Por otra parte, sabe que tenemos un pequeño fariseo dentro de nosotros que, en silencio, siempre está pidiendo "pruebas" a Dios". A través de Pedro, de Santiago y de Juan se nos muestra como Dios también en el Evangelio. Más aún, se nos revela como el único hombre de toda la historia de la humanidad que dice de sí mismo que es Dios

Ahí hay un valor añadido a la promesa de la que hablábamos. Es hombre, aunque perfecto. Es como nosotros, salvo porque es Dios. Ese camino de sufrir, morir y resucitar lo ha hecho un hombre que es Dios. Nosotros, que creemos, lo vamos a hacer también. Pero nos lo ha prometido y Él no falla: resucitaremos. 

El segundo recordatorio es que no nos pase como a Pedro. Pedro se quedó "en las nubes" en cuanto vio la Transfiguración. No podemos culparle, a saber cómo habríamos reaccionado nosotros. Ese "quedarse en las nubes" hace referencia a que Dios ya ha mostrado casi todas sus cartas en Jesús: va a suceder, se confirma (si es que hacía falta) que es Dios y que se va a cumplir la Palabra. Nos toca responder a eso. 

Por eso, ese recordatorio sirve para estar alerta ante lo que se nos viene encima. Recordar todo cuanto ha vivido y sufrido Jesús por ti, por mí y por todos. Hay que prepararse para vivirlo y ser testigos de eso. Sólo vivirlo puede estar bien, pero ser testigos es lo que se nos pide también: dar fe de lo que hemos conocido. ¿Cómo 'conocemos' de bien a un Jesús que quiere nos dejemos conocer? La oración, el ayuno y la caridad ayudan.

En el fondo, nos estamos preparando para lo más difícil y lo más bello que nos puede suceder. Estamos caminando hacia nuestra propia rendición, para mostrarle a ese Jesús que se revela en la Transfiguración que nosotros nos rendimos a Él: estamos en disposición de ser salvados. No nos quedemos en las nubes.