Cuando llegas

Cuando llegas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

. Hay idiomas que se prestan un poco más a ello, sin embargo, a la hora de la verdad el lenguaje se queda corto.

Da lo mismo que sea para hablar de amor o de Amor. El problema siempre está ahí. Y, entonces, aparece Cuando llegas firmado por José María Rodríguez Olaizola, que ha jugado con el lenguaje, ha ordenado las palabras, ha construido las metáforas y ha pintado las imágenes para que el amor y el Amor lleguen a anidar en nuestro interior y lo hagan de forma permanente.

Porque tras leer y releer Cuando llegas —y habrá más relecturas parciales y totales—, esas mismas palabras que utilizamos habitualmente resuenan de otra manera. No es que tengan un significado nuevo, es que suenan como palabras nuevas.

Este libro es poesía que dice, que cuenta, que transmite, que ahonda, que ilumina, que traslada, que provoca, que serena, que interroga, que eleva, que interioriza, que enamora… Es, en definitiva, la única manera de acercarse a lo imposible de decir, a lo imposible de expresar.

Leo habitualmente a este autor y, rara vez, se le puede poner un «pero». Esta vez tampoco se puede hacer. Es más, en esta ocasión, me atrevo a afirmar que estamos ante el José María Rodríguez Olaizola más transparente, más íntimo, más sublime, sin dejar de pisar el suelo que recoge nuestros pasos.

Eso sucede, simplemente, porque la poesía permite traspasar las barreras y trampas que pone ante nosotros la narrativa, y al escribir poesía no hay artificio ni límite que valga. La poesía es la forma más bella de literatura y pocos se atreven a nadar en sus aguas. Nuestro autor lo ha hecho, es más, ha buceado en ella en este maravilloso Cuando llegas, para hacernos partícipes de eso que solo ve cuando mira en su interior, realmente, cuando todos miramos en nuestro interior.

Entrar en el alma de una persona no es fácil y Rodríguez Olaizola sabe abrir esa puerta. Y, al sumergirnos en la lectura lenta, pausada, rítmica de sus poemas, nos encontramos con él y, también, con nosotros mismos porque nos reconocemos en sus palabras, situaciones, emociones, realidades, sentimientos…

En este poemario el autor crea y recrea, con su juego de palabras y metáforas, algo tan valioso, tan sencillo y complicado a un tiempo, como es el vivir.

En una sucesión de capítulos como Resistencia, Búsqueda, Bailes, Profecías, Hágase, Encarnación, La Pasión, Amor… que recuerdan ritmos litúrgicos pero también vitales de la persona y que tan importantes son, el autor pone en nuestras manos la brújula poética del libro, nos guía en su lectura no siendo él mismo ajeno a ese camino.

Sorprendentemente este libro no es solo para leer. De alguna manera despierta la necesidad de responder con una respuesta libre en fondo y forma. Responder es el acto incesante de alguien que escucha la petición de otra persona. En este poemario el lenguaje con el que ha jugado el autor antes que significar algo, significa para alguien y desde Alguien. Sí, este libro es un juego maravilloso de palabras y metáforas, pero es ante todo silencio. El silencio de una palabra dada que es don de la Palabra.

Habrá quien pueda pensar que con este libro se puede hacer un buen regalo. Sí, evidentemente. Todo él está muy cuidado. Sin embargo, es mucho más que eso. En sí mismo es un regalo que José María Rodríguez Olaizola nos hace en el que nos invita a profundizar en la experiencia que se vive

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