"Le acompañaban los doce apóstoles y algunas mujeres que él había librado de espíritus malignos"

(San Lucas 8,1-3)

"Le acompañaban los doce apóstoles y algunas mujeres que él había librado de espíritus malignos"

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,12-20):

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que lo muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 16,1.6-7.8.15

R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación,

atiende a mis clamores,

presta oído a mi súplica,

que en mis labios no hay engaño. R/.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;

inclina el oído y escucha mis palabras.

Muestra las maravillas de tu misericordia,

tú que salvas de los adversarios

a quien se refugia a tu derecha. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,

a la sombra de tus alas escóndeme.

Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,

y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.