El Evangelio del 11 de septiembre: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?"

El Evangelio de hoy, 11 de septiembre: san Lucas 6,39–32

El Evangelio del 11 de septiembre: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?"

Redacción Religión

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,39-42):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo," sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»

Palabra del Señor

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,16-19.22b-27):

El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes. Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 83,3.4.5-6.12

R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume y anhela

los atrios del Señor,

mi corazón y mi carne

retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;

la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:

tus altares, Señor de los ejércitos,

Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,

alabándote siempre.

Dichosos los que encuentran en ti su fuerza

al preparar su peregrinación. R/.

Porque el Señor es sol y escudo,

él da la gracia y la gloria;

el Señor no niega sus bienes

a los de conducta intachable. R/.

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