EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio 11 de agosto: "A la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre"

San Lucas 12, 32-48

Evangelio 11 de agosto: "A la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre"

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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El Evangelio del día 11 de agosto de 2019 con las lecturas de hoy:

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 32-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Vended vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.

Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre.

Pedro le preguntó:

–Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?

El Señor le respondió:

–¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas ?

Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.

Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.

El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 18, 6-9

Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de que se fiaban.

Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables. Pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas llamándonos a ti.

Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y de común acuerdo se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.

Salmo 32

R. Dichoso el pueblo a quien Dios escogió.

Aclamad, justos, al Señor, 

que merece la alabanza de los buenos; 

dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, 

el pueblo que él se escogió como heredad. R.

R. Dichoso el pueblo a quien Dios escogió.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, 

en los que esperan en su misericordia, 

para librar sus vidas de la muerte 

y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

Nosotros aguardamos al Señor: 

él es nuestro auxilio y escudo; 

que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, 

como lo esperamos de ti. R.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-19

Hermanos: 

La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe son recordados los antiguos: por fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adonde iba.

Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas –y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa– mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.

Por fe también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje,  porque se fió de la promesa. Y así, de una persona, y ésa estéril, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.

Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido la tierra prometida; pero viéndola y saludándola de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan, están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por fe Abrahán, puesto a prueba,  ofreció a Isaac:  

y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa,  del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia.»

Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro.

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