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Evangelio
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (Lc 9, 18-22)
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió:
«El Mesías de Dios».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ageo (Ag 2, 1-9)
El año segundo del rey Darío, el día veintiuno del mes séptimo, llego la palabra del Señor por medio del profeta Ageo:
«Di a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto de la gente:
“¿Quién de entre vosotros queda de los que vieron este templo en su primitivo esplendor? Y el que veis ahora, ¿no os parece que no vale nada?
Ánimo, pues Zorobabel - oráculo del Señor -; ánimo también tú, Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote.
¡Ánimo gentes todas! - oráculo del Señor -. ¡Adelante, que yo estoy con vosotros! - oráculo del Señor del universo -.
Ahí está mi palabra, la que os di al sacaros de Egipto; y mi espíritu está en medio de vosotros: ¡No temáis!
Pues esto dice el Señor del universo:
Dentro de poco haré temblar cielos y tierra, mares y tierra firme. Haré temblar a todos los pueblos, que vendrán con todas sus riquezas y llenaré este templo de gloria, dice el Señor del universo.
Míos son la plata y el oro - oráculo del Señor del universo -.
Mayor será la gloria de este segundo templo que la del primero - dice el Señor del universo.
Y derramaré paz y prosperidad en este lugar, oráculo del Señor del universo”».
Salmo
Sal 42, 1.2.3.4
R/. Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío»
Hazme justicia, oh Dios,
defiende mi causa contra gente sin piedad,
sálvame
del hombre traidor y malvado. R/.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo? R/.
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R/.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la citara,
Dios, Dios mío. R/.