Un Espíritu sin puertas

Un Espíritu sin puertas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Durante el peregrinaje por el desierto, Josué acudió a Moisés para denunciar a Eldad y Medad. Estaban profetizando, pero no habían acudido a la tienda en la que Moisés había convocado a los setenta ancianos sobre los que había de posarse el espíritu de Dios.

Sin embargo, Moisés se mostró más tolerante con ellos y pronunció una sentencia asombrosa: "Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor". Evidentemente, no era posible poner puertas al Espíritu de Dios (Núm 11, 25-29).

A la actitud de Josué parece responder el salmo responsorial en el que se pide: "Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecado" (Sal 18, 13-14).

El texto de la carta de Santiago (5, 1-6) es uno de los alegatos proféticos más fuertes contra la avaricia de los ricos y el abandono en que son dejados los pobres y los jornaleros.

LIBERACIÓN Y ORACIÓN

En paralelo con la primera lectura, el evangelio de hoy recuerda el celo de Juan ante unos exorcistas que no pertenecían al grupo de los discípulos de Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros" (Mc 9, 38-45).

LA OBRA DE LA SALVACIÓN

Jesús no se limita a reprender a Juan por la dureza de su pretensión. En realidad, propone un ideal y un estilo nuevo para toda la comunidad cristiana.

Señor Jesús, con demasiada frecuencia nos hacemos esclavos de nuestras normas. En lugar de excluir a los demás, debemos aprender a acogerlos. Que tu Espíritu nos haga discípulos humildes y comprometidos con tu misión universal. Amén