El servicio y la fe

El servicio y la fe

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor" (Mc 10, 43)

Señor Jesús, ya desde la infancia tratamos de sobreponernos a nuestros hermanos. Todos nos estimulan a superar a los demás. Y nosotros llegamos a convencernos de que ese es el ideal de la vida. Ser más que los otros.

Todos aspiramos a dirigir un grupo o un equipo. Nos encanta imponer nuestra opinión a los demás. Resulta ridículo quien pretende sobresalir por sus conocimientos, por su elocuencia o por lo ingenioso de sus dichos.

Hemos podido observar que algunas personas llegan a utilizar lo sagrado para brillar en la comunidad. Confunden un ministerio con una representación teatral. Esa actuación se sitúa entre lo ridículo y lo blasfemo.

Es verdad que también hemos conocido a personas que hacían del servicio su estilo de vida. Sin alharacas y sin pretensiones recogían a los niños abandonados, ayudaban a los esclavizados por una adicción o asistían a los más necesitados.

Entre nosotros hay héroes anónimos, servidores incondicionales, santos de verdad. No buscan aparecer en los medios de comunicación. Pero nos ofrecen un callado testimonio de vida. La bondad es su verdad. Y el servicio es su misión.

Es claro que para los cristianos servir a los demás no debe entenderse como un medio para ganar un salario. Tampoco puede ser una fórmula fácil para obtener una distinción o el premio al honor o a la solidaridad.

De ti hemos aprendido los creyentes el valor del servicio. Si hemos llegado a valorarlo es porque sabemos que tú, siendo Señor, te has hecho esclavo. El servicio es una especie de sacramento que significa y realiza la entrega por los demás.

Así pues, servir a los demás no es para nosotros solamente un deber moral. Es un acto de fe, de esperanza y de amor. Es un grito profético. Y el anuncio de que al servir a los hombres, tú nos has revelado tu ser y tu misión. Por eso te damos gracias.