La oración del día: San Alberto Magno

La facilidad que muestra hacia la faceta intelectual, es el camino que le marca la Providencia, guiándole hasta su vocación: La Orden de Predicadores

La oración del día: San Alberto Magno

Redacción Religión

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Hoy es la festividad de San Alberto Magno, Obispo y Doctor de la Iglesia, que se santificó por la senda de la enseñanza y la exposición de las verdades de la Fe.

Nació por el año 1286 en Alemania, en la ciudad de Lauingen, cercana al Danubio. Hijo de familia militar, que contaba con un servicio al emperador y un castillo en el que él pasó su infancia. Pronto forjaría su conocimiento de las letras y las artes en la escuela de la Catedral, donde también va profundizando en la vida de piedad. También siente una mayor inquietud por el estudio con dos aspiraciones: la reflexión teológica y la investigación científica.

Padua es el lugar donde toma un mayor contacto con el aprendizaje de las artes del Trivium – que abarcaba la gramática, la lógica y la retórica- y el Quadrivium - que englobaba aritmética, geometría, música y astronomía -. Esta última era el preámbulo para el estudio de la Filosofía y la Teología. París sería también otro lugar de prestigio donde frecuentaría sus aulas. La facilidad que muestra hacia la faceta intelectual, es el camino que le marca la Providencia, guiándole hasta su vocación: la Orden de Predicadores.

Ejerce el profesorado en diversos lugares donde realiza una gran labor. Entre sus alumnos se encuentra Santo Tomás de Aquino. Pero añadía que el día que mugiese sus mugidos se oirían en todo el orbe. Nombrado Obispo de Ratisbona, será un gran promotor de la paz entre todos. San Alberto Magno muere en Colonia el año 1280, dejando un gran legado filosófico y teológico.

Oración

Señor Jesucristo, que me llamaste

a la primera hora de la mañana a tu viña,

pues me has conducido desde mi juventud

para trabajar en la religión

por el premio de la vida eterna;

cuando todo se haya consumado

y ya en el juicio final premies las acciones,

¿qué me darás a mí que estuve todo el día ocioso,

no ya en la plaza del mundo

sino en la misma viña de la religión?

Oh Señor, que no mides nuestras acciones

con el peso público sino con la balanza del santuario,

haz que al menos caiga en la cuenta

y me convierta en la hora undécima

y que no sea hallado envidioso

porque tú eres bueno.

Amén.

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