La oración del día: San Juan de la Cruz

Junto con santa Teresa de Jesús, se considera a san Juan de la Cruz la cumbre de la mística experimental cristiana

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Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Hoy recordamos a San Juan de la Cruz, quien vivió esa preparación profunda ante el encuentro con el Señor desde el prima de la mística.

Juan de Yepes, nace en Fontiveros el año 1542. Sus padres, comerciantes de paños, son de origen humilde. La precaria situación económica se nota en la familia, con grandes dificultades para salir adelante. Juan, notará poca habilidad en las manualidades, dedicándose al estudio. Después de un periodo de formación, abraza la Orden del Carmelo. Cuando en 1567 se ordena sacerdote, se encuentra, por casualidad con la Madre Teresa.

La Providencia se servirá de este momento para que la Santa de Ávila pueda reformar a los carmelitas con la ayuda de Juan de la Cruz, al que denominará cariñosamente “el medio fraile”, dada su pequeña estatura. Después de un tiempo de reforma y expansión, marcha al Convento de la Encarnación en Ávila donde será confesor. Pero inesperadamente, los hermanos calzados le retienen y llevan a Toledo donde estará cautivo nueve meses.

Cuando logra escapar por el tragaluz, marcha a Jaén donde, de nuevo será confesor de las monjas de Beas en Segura. Allí conocerá a la religiosa Ana de Jesús. Diversas son las fundaciones que realiza en tiempos, siendo nuevamente signo de contradicción, incluso entre los suyos. Muere en Úbeda el año 1591, dejando un legado espiritual como “La Noche oscura del alma” o “La llama de Amor viva”.

Oración

Glorioso Padre nuestro San Juan de la Cruz, a quien el Señor quiso destinar para compartir con la Santa Madre Teresa

los trabajos de la insigne Reforma de la Orden del Carmelo, hasta poblar a España de monasterios de descalzos

que hicieron célebre vuestro nombre, y venerada vuestra memoria:

yo os felicito porque os cupo tan gran dicha, así como por la felicidad de que gozáis en el cielo,

en justo premio de tantas y tan grandes virtudes; y os pido,

Santo Padre mío, me alcancéis de Dios un gran amor a la Sacratísima Virgen María,

que fue el principal distintivo de vuestra gloriosa vida, para que, sirviéndola aquí en la tierra,

pueda gozar de ella con Vos en el Cielo.

Amén.

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