La oración del día: Santa Isabel de Hungría
A partir de su canonización en 1236 se convirtió en un símbolo de caridad cristiana para toda Europa, extendiéndose su culto muy rápidamente
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Después de honrar ayer a Santa Margarita de Escocia, hoy conmemoramos a Santa Isabel de Hungría, cuyo denominador común entre ambas es la fuerte Fe ante cualquier dificultad. El año 1207 nace esta mujer, hija de Andrés, Rey de Hungría y primo del emperador de Alemania.
Cuando tenía catorce años de edad, se casó con Luis Landgrave de Turinga, a pesar de que muchos viesen una edad prematura en los esposos, lo cual no dejo de ser una anécdota a pesar de que muchos no hubiesen aprobado como los padres ese casamiento, sino que habían esperado algo más. Sin embargo, los desposorios se celebraron, y todos repararon en la bondad y ternura de la joven que tuvo tres hijos a los que educó en la Fe, realidad de la que estuvo impregnada toda su vida.
El espíritu de piedad y oración que tuvo le hizo ser madre y esposa ejemplar. Pero la sombra del pecado siempre se deja notar haciendo daño a los que son fieles a Dios. Y es que no faltaron las envidias ante su recto proceder, sobre todo, cuando al arreciar el hambre, repartió comida entre los más pobres. También creó dos hospitales para una mejor atención de los enfermos y necesitados.
Incluso ella misma se entregó de lleno a auxiliar a los propios enfermos que acudían al lugar. En este caso tampoco le faltaron dificultades propias de los discípulos de Cristo, como es el caso de la defensa de los derechos de su hijo mayor a la muerte de su esposo. Gran seguidora de la espiritualidad de San Francisco de Asís, se hizo terciaria franciscana, participando de esa espiritualidad. Santa Isabel de Hungría murió el año 1231 en Marburgo.
Oración
Oh Dios misericordioso,
alumbra los corazones de tus fieles;
y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel,
haz que despreciemos las prosperidades mundanales,
y gocemos siempre de la celestial consolación.
Oh dulce Isabel,
tú que superaste el sufrimiento
con el gozo de elevar himnos a Dios,
infunde en nosotros
tu espíritu de paciencia ante la adversidad.
Concédenos el don de saber perdonar.
Líbranos de las pasiones dañinas,
de manera que podamos seguir sirviendo al Señor
con todo el corazón,
con toda el alma,
con todas las fuerzas.
Que así sea. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.