La oración del día: Santos mártires de Vietnam

En el siglo XVI hacen acto de presencia en Vietnam multitud de misioneros procedentes de diversas órdenes y Congregaciones

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Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Hoy hacemos memoria de San Andrés Dun-Lac y compañeros mártires, que alcanzaron el Cielo desde su labor de semilla que crece sin ser notada en tierras necesitadas del Vino Nuevo del Evangelio.

Si por algo se caracteriza Asia es por un florecimiento en la esperanza de la Fe en muchos de sus países. Así ha pasado con San Pablo Miki en Japón, San Andrés Kim en Corea o los cristianos perseguidos y martirizados en Vietnam en los siglos XVI, XVII y XVII y que hoy conmemoramos. En el siglo XVI hacen acto de presencia en Vietnam multitud de misioneros procedentes de diversas órdenes y Congregaciones.

Todos ellos tiene un mismo denominador aunque pertenezcan a difentes carismas y es difundir la Fe entre los nativos de esas tierras. Así prende la llama del Señor Jesús en esa zona. No obstante la señal del cristiano es la Santa Cruz y con Ella se garantiza la presencia de la semilla de la Buena Nueva del Evangelio. Así surge la persecución que afecta durante tres siglos a todos los que se han bautizado. Ellos son obligados a renunciar al Nombre del Señor para asumir las vanas promesas mundanas.

Ante su negativa son ajusticiados y su sangre es semilla de nuevos cristianos y un fortalecimiento de los seguidores de la Buena Nueva. Entre ellos se encuentran Andrés Dun-Lac y sus compañeros mártires. Cuando se les obligó a apostatar de la cruz ellos se reafirmaron en el Amor a Cristo Crucificado. Y dada la variedad de vocaciones entre ellos había consagrados, laicos y seglares comprometidos en la catequesis.

Oración

Oh, Dios, fuente y origen de toda paternidad: Tú hiciste que los santos mártires Andrés y compañeros fueran fieles a la Cruz de Cristo, incluso hasta dar su vida.

Haz que por su intercesión difundamos tu amor entre nuestros hermanos y que nos llamemos y seamos de verdad hijos tuyos.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

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