Madrid - Publicado el
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Dios siempre otorga las gracias necesarias para afrontar las dificultades que se presenten, incluso dando al vida si es necesario. Hoy nos traslados hasta la antigüedad para recordar a San Ignacio de Antioquia. Su Fe firme en el Señor le llevó a una vivencia sobrenatural de los acontecimientos que le rodearon.
Sucesor de Pedro al frente de la Iglesia de Antioquia, forma parte de los Padres Apostólicos, junto a San Clemente de Roma, y San Policarpo de Esmirna, porque los tres fueron discípulos de los Apóstoles. Detenido durante la persecución del Emperador Trajano, fue trasladado desde allí a Roma, Capital del Imperio.
Declarado culpable por seguir a Cristo, es condenado a ser devorado en el circo por las fieras. Entre sus escritos destacan las Cartas a las Siete Iglesias, así como el testamento que dejó donde se podía leer: “He de ser trigo de Cristo molido por las fieras. Yo mismo atraeré a las fieras hacia mí, si ellas se resisten a atacarme porque he de sufrir por el Nombre del Señor Jesús”.
En las Cartas, previene de las herejías que pueden venir minando el Evangelio. También anima, desde la esperanza del Evangelio, a permanecer unidos como signo de la vitalidad de la Iglesia, que ha de ser fiel hasta el final a Dios. Incluso en los últimos días, animó a cuantos cristianos estuvieron a su alrededor para no desanimarse ante la prueba, porque los sufrimientos no iban a pesar lo que la Gloria que pronto se les iba a manifestar.
Así señala en sus Cartas el Apóstol San Pablo. Su muerte el año 107, es aliento para los creyentes de la Primitiva Comunidad. San Ignacio de Antioquía es el primero que da el nombre de “Obispo de Roma” al Papa. De esta forma le asevera como Pastor de toda la Iglesia porque Roma es la Cabeza de todo el orbe.