
Madrid - Publicado el
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Existen muchas personas que han vivido en sus carnes la cruz de Cristo de forma especial. Hoy celebramos a San Óscar Romero, testigo del Señor que entrega la vida por todos. Nace en la zona este de El Salvador -Ciudad barrios- en 1917, el 15 de agosto en el marco de La Asunción de La Virgen. De familia humilde y muy cristiana siempre fue sencillo.
Una de sus facetas más destacadas es su preocupación por la comunicación. Asistiendo a una ordenación sacerdotal surge su vocación. Primero se forma en dos seminarios de su país, uno guiado por los claretianos y otro por los jesuitas.
Luego, en plena Segunda Guerra Mundial, en el año 1939, estudia Teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Una vez ordenado es destinado a diversas parroquias. Su entrega y caridad le llevaron a ser nombrado obispo auxiliar y, posteriormente, arzobispo de San Salvador.
Su predicación en favor de los necesitados hace ser criticado por todos. Existieron muchas campañas de desprestigio contra su persona además de multitud de amenazas de muerte. Todos le consideran una piedra de escándalo. Tanto Pablo VI como Juan Pablo II le apoyaron. Fruto de su defensa de la dignidad de los hombres, el clima en torno a él se enrarece.
San Óscar Romero sufre el martirio y muere asesinado mientras oficiaba Misa en el mes de marzo del año 1980. San Juan Pablo II oró ante su tumba durante su visita a El Salvador. Fue canonizado por el Papa Francisco en 2018 como mártir por amor a la Iglesia de Cristo.