Madrid - Publicado el
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La vida de Fe requiere mucha contemplación. También suele suceder esto en Navidad. Tal y como pide el Evangelio ver a Dios es contemplar su Gloria. Hoy celebramos a San Ursicino. Su vida se sitúa en torno a los siglos VI-VII. Es discípulo de San Columbano, monje irlandés que fundó el año 614 el Monasterio de Bobbio en Francia.
Ursicino le imitó en la vida monástica hasta que se separó de él en busca de una vida de ermitaño más entregada a la contemplación. Cuenta la historia que Ursicino pidió ayuda a Dios para que le señalase el lugar elegido donde construiría un Monasterio.
Entonces lanzó unos cayados al aire y donde cayeron se estableció. Pero fue tal la afluencia de gente que buscaba ir allí a rezar que terminó edificando un monasterio que sirviese de acogida a todos los que iban. San Ursicino muere hacia el año 620. El culto a este Santo ya se conoce en el siglo VII en Suiza.
La historia señala al Abad San Vandregisilo que levanta una ermita donde reposaban las reliquias de San Ursicino. El sarcófago del santo ermitaño, que data del siglo VII, sigue siendo venerado en la hermosa iglesia de San Ursanne, situada en un recodo del río Doubs, que aunque nace en el Jura francés, penetra un corto trecho en territorio suizo; en esa orilla se encuentra la Iglesia.