
Madrid - Publicado el
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En este Tiempo de Cuaresma descubrimos ese amor de Dios que acompaña a sus hijos en las contradicciones y pequeñas cruces de la vida. Hoy celebramos a Santa Matilde. Siempre sintió la fortaleza de Dios ante las contrariedades. Hija de Teodorico, conde de sajón, nace en Westfalia en torno al año 890.
Educada en Herford, sus padres le casan con el conde de Sajonia, llamado Enrique el Pajarero. Cuando muere el rey Conrado, Enrique le sucede como monarca regente de aquellas tierras. Matilde, entonces, deja la impronta de una reina que se mortifica y profundiza en la oración.
Todos ven cómo la vida palaciega no le aparta de la Fe en Cristo, algo que cuenta con el apoyo total de su marido. Cuando enviuda, reparte todas sus joyas entre los pobres, y asiste con tristeza a la lucha que mantienen por el poder sus hijos Otón y Enrique.
Pero la Cruz no terminó ahí, porque ellos mismos no entendieron la aptitud de la madre, acusándole de dilapidar los bienes del estado. Con el tiempo será restablecida su honestidad ante los cortesanos, ocasión en la que vuelve a despojarse de toda la herencia que le había correspondido. Es también su época de fundar monasterios como es el caso de Polden, en Brunswhich, donde albergará trescientos monjes.
Otro convento que, también fundó fue el de Quedlimburgo, en Sajonia. Allí muere -en el año 968-, trasladando también los restos de su querido esposo a ese lugar. Siempre estuvo caracterizada por la humildad que tuvo, y prueba de ello es el reconocimiento público de todos sus fallos y defectos.