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Han terminado los días preparatorios para el Gran Momento de la Pasión Gloriosa del Señor y llega el Triduo Pascual. Nos adentramos en su primera jornada con el jueves Santo. En este día el Señor se sentó con sus discípulos para comer la comida de Pascua. En ella se recordaba la liberación de Yavé del Pueblo de Israel de la vara de Egipto con el sacrificio del cordero cuya sangre fue la señala que identificase las casas judías.
Una vez que se sacrificase el cordero debían de comerlo juntándose por grupos y hacerlo a toda prisa porque a la medianoche pasaría Dios liberándoles de la esclavitud con la matanza de los primogénitos. En este ámbito se sigue lo que indican las normativas. Cristo empieza lavando los pies a los suyos antes de sentarse a la mesa. Un gesto que Pedro no entiende pero cuando el Maestro le explica que sin no lo hace no padrá participar en la Fiesta, pide incluso lavrse las manos y la cabeza.
Terminado este gesto les explica que lo hizo dando ejemplo de servicio y entrega. Una vez sentados comienzan tomando en silencio unas verduras amargas, recordando al terrible opresión a manos de los egipcios. Llegado el momento comían con alegría el cordero pascual. Aquí Jesús convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre instituyendo la Eucaristía y pidiéndoles que hagan eso hasta que Él vuelva. En este día también se instituye el Sacramento del Orden Sacerdotal y, según la Tradición, la Unción de Enfermos.
Es el Día del Amor Fraterno. Por la mañana tiene lugar la Misa Crismal en la que el Presbiterio Diocesano concelebra con su Obispo. Además de renovar las promesas sacerdotales, se bendicen los óleos de enfermos y catecúmenos y se consagra el Santo Crisma para los Sacramentos. Por la tarde es la Misa de la Cena del Señor con el lavatorio de pies y la entronización del Santísimo al finalizar la Celebración en un día Eucarístico, por excelencia.