La Medalla Milagrosa, Preámbulo del Dogma de la Inmaculada
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Toda celebración en honor de la Virgen siempre nos recuerda su Maternidad. De entre ellas, hay Advocaciones que nos presentan a María como Madre de los pequeños y necesitados de forma muy especial. Hoy, en los últimos días del mes, vivimos una Festividad mariana: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Era el sábado 27 de noviembre de 1830, en las I Vísperas del Primer domingo de Adviento en aquel año, cuando tiene lugar la aparición de la Virgen a Santa Catalina Labouré.
El lugar fue las Hijas de la Caridad de París. En el relato se cuenta cómo la Virgen se mostró a las cinco de la tarde, hora de oración para las Religiosas en un retablo. Su vestido era blanco con un manto azul. Era como un preámbulo de la Proclamación del Dogma de su Inmaculada Concepción 24 años más tarde. En sus manos se veían unos diamantes preciosos de los que salían rayos muy resplandecientes hacia la tierra.
Y en la parte superior se podía leer la Jaculatoria “¡Oh María sin pecado concebida! Ruega por nosotros que recurrimos a Vos”. Estas palabras rodeaban la parte superior de la Señora, llegando hasta sus manos. Al darse la vuelta el retablo apareció la letra M -inicial de María con una Cruz-, así como los Corazones de Jesús y María, oyéndose una voz que pedía acuñar medallas con esta misma inscripción y modelo.
De esta forma se prometía a cuantos la llevasen, la protección de la Reina de los Cielos, con una asistencia especial en el momento de morir. Dicha visión se repitió en varias ocasiones más, en las Hijas de la Caridad, en la pared de su Capilla. La citada Jaculatoria se ha conservado, repitiéndose muchas veces por los cristianos. Así ven a ven a la Inmaculada Virgen María de la Medalla Milagrosa como Refugio de los pecadores.