Madrid - Publicado el
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La Revelación de Dios, con todo lo que tenía comunicar al género humano para su Salvación, finalizó con la muerte del ultimo Apóstol. Cualquier Aparición del Señor, de su Madre o cualquiera de los Santos, es para poner de relieve algún aspecto de la Historia Salvífica. Es lo que le pasó a La Reina del Cielo cuando se apareció en Lourdes y cuya festividad celebramos hoy. La vidente fue Santa Bernardette Subirous, una niña nacida allí catorce años antes.
Procedente de familia que vivía de la agricultura, la Fe abundaba por doquier en el hogar. En 1858 cuenta la vidente cómo iba a buscar leña con algunas amigas y debían cruzar el río Gave. Cuando ella se agachó para descalzarse, sintió un viento que movía los árboles, lo cual le hizo levantarse y alzar la cabeza hacia la gruta. Entonces vio una Señora Jovencísima, muy hermosa con un manto blanco, un cinturón azul, una rosa amarilla en cada pie y un Rosario del mismo color en la mano.
La Joven le hizo señas con la mano para que se acercase. Ella comenzó a rezar las Avemarías y la Señor las iba desgranando con las cuentas. Cuando terminó de rezarlo, desapareció. Varias son las veces en las que se iguió apareciendo. El sacerdote le mandó que le pidiese una prueba. La Virgen le encargó que viniese durante un tiempo allí y que Ella le diría lo que quiere. Cuando, por encargo de los presbíteros le preguntó el nombre le dijo: “Soy la Inmaculada Concepción”.
Una manera de aseverar el Dogma que había proclamado el Beato Pío IX cuatro años atrás. La Madre del Cielo le rogó que construyesen allí un Lugar para socorrer a sus hijos enfermos. También le hizo excavar en tierra apareciendo milagrosamente un Manantial. La iglesia declaró auténticas las apariciones y desde entonces Lourdes se ha convertido en un Centro de Peregrinación donde Dios muestra, a través de su Madre su predilección por los enfermos a los que quiere sanar. Hoy es la Jornada Mundial del Enfermo.