Nuestra Señora de la Merced, Liberación de los cautivos
Madrid - Publicado el
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La presencia de las conmemoraciones marianas dentro del calendario cristiano, son continuas. Así descubrimos que María es le mejor Camino para llegar a su Hijo. Hoy, XXV Domingo del Tiempo Ordinario, por ejemplo, recordamos a Nuestra Señora, La Virgen de la Merced. Según relata una vieja tradición, la Virgen se apareció a la vez a Jaime I, a San Raimundo de Peñafort y a San Pedro Nolasco. En el caso de este último nos referimos propiamente al Fundador de la Orden.
Era un comerciante que había ido por diversos lugares y había usado de misericordia al liberar a algunos esclavos hasta que un día se quedo sin recursos para liberarles. Por eso se encomendó a Dios y obtuvo la respuesta en La Virgen. En esta manifestación, la Madre de los afligidos -como se la invoca en la Letanía del Santo Rosario- encomendó a los tres la misión -aunque por separado como decíamos-de liberar a los cautivos que habían caído en poder de los herejes.
Esta petición cristaliza en el inicio de la Orden de los Mercedarios, quienes en un principio, su carisma, propiamente dicho es redimir a los esclavos, devolviéndoles la libertad y, por lo tanto, la dignidad de hijos de Dios. También es el comienzo del culto a esta Advocación Mariana, que encuentra su expansión por toda la Iglesia, especialmente a partir del siglo XVII. Su actual dedicación, preferentemente, es la Pastoral Penitenciaria.
Santa María, Refugio de los necesitados, es fiel reflejo de la misericordia de Dios, que, nos invita a liberarnos del pecado, raíz de todos los males. La Orden de la Merced se fundó el 10 de agosto del año 1218, en la ciudad de Barcelona. Hasta allí había llevado la Reina de los Cielos a San Pedro Nolasco desde Francia. Al aprobarla, Gregorio IX había designado al fundador como el primer Superior General.