La Presentación de La Virgen: plenitud de la Gracia en Ella

Hace algo más de dos meses, el 8 de septiembre, vivíamos la Natividad de Nuestra Señora La Virgen María. Hoy, como derivando de ese día, nos encontramos con otra de las muchas celebraciones marianas que tiene el Santoral: La Presentación de la Virgen, Nuestra Madre. Es una antiquísima tradición la que nos cuenta cómo la Niña María hizo una dedicación de sí misma a Dios. Así se presenta en el Templo de Jerusalén.

Esto lo hizo movida por el Espíritu Santo, de cuya Gracia estaba llena desde el primer instante de su Inmaculada Concepción. Este día admirable para todos los creyentes nos recuerda la cantidad de dones con que el Altísimo llenó a María. Con este día tan especial, La Iglesia precisamente nos indica cómo la Providencia prepara a María para su misión de ser la Nueva Eva, que diese a luz al Salvador del mundo.

En los escritos apócrifos, el Proto-evangelio de Santiago habla de este hecho. El 20 de noviembre del año 543, tiene lugar en Jerusalén la Dedicación de la Basílica Santa María La Nueva, erigida sobre la Colina de Sión ante la explanada del Templo. La Liturgia Bizantina presenta a María como la Purísima y la Fuente perpetuamente manante del Amor, así como el Templo Espiritual de la Santa Gloria de Cristo Nuestro Dios.

Siendo Modelo para todos los cristianos, es también referente para todos los que se consagran de forma especial al Señor. En definitiva, el origen de esta festividad es Oriental. En Grecia se celebraba muy especialmente. Y aconteció que un hombre de la Corte del rey de Chipre fue legado ante el Papa en 1372. Ahí es donde le contó la gran celebración griega de esta memoria. Esto hizo que el Papa, la introdujese en Avignón y Sixto V la extendió a toda la Iglesia.