Santos Mártires de Corea
Durante su canonización, San Juan Pablo II destacó su ardor en bien del Evangelio, y les puso como ejemplo de los muchos cristianos que sufren a causa del Reino
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Por todas partes y rincones del mundo en mayor o menor medida, nos encontramos la semilla del Evangelio. En algunos lugares muy arraigada, mientras que en otros de forma incipiente. Hoy celebramos a San Andrés Kim y compañeros mártires de Corea, lugar de Fe incipiente.
Nacido en agosto de 1821, Andrés ya había sabido del martirio de su bisabuelo, afrontando también el de su padre, hecho que le obligó a pedir limosna en la calle al quedar huérfano. Todo esto no le dejó indiferente porque siguió la senda de la Salvación. Sintiendo la llamada al sacerdocio, ingresa en el Seminario, ordenándose presbítero, para ejercer su apostolado en Shangai. Posteriormente regresará a Corea, donde realizará su ministerio en algo más de un año, ya que será arrestado y enviado a una cárcel de Seúl donde será decapitado.
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Junto a él destaca el seglar Pablo Chong, cuyos padres y hermana habían muerto por su Fe en el Señor. Esta realidad no le aparta de su empeño de llevar misioneros a Corea, algo que no siempre consigue debido a la propia persecución. Descubierto por este motivo, irá a prisión, muriendo también decapitado, en un clima de lucha contra la Fe que dura también en nuestros días en aquel país asiático.
El Papa San Juan Pablo II, cuando les canonizó en 1988, así como a otros 117 mártires de las zonas vecinas, destacó su ardor en bien del Evangelio, y les puso como ejemplo de los muchos cristianos que sufren a causa del Reino. Tampoco olvidó su aptitud de perdonar a cuantos les maltrataron hasta morir dando ejemplo de fiel discípulo del Señor que rezaba por los que le causaban la muerte. Su sangre derramada es semilla de nuevos servidores de la Fe.