San ignacio de Antioquía: el trigo de Cristo molido por las fieras

El testimonio de los Apóstoles fue semilla para llevar a la Fe y convertir a muchos. Ellos siguieron el mandato de Cristo de proclamar el Evangelio a toda criatura. Incluso su martirio fue aliciente ya que todos los Apóstoles y discípulos del grupo genuino de los creyentes estimulaba a otros a dar la vida si era necesario. Así le pasó a San Igancio de Antioquía que recordamos en el Santoral hoy 17 de octubre. 

Sucesor de Pedro en el pastoreo de la Iglesia de Antioquia, le toca sufrir uno de los momentos más duros en la persecución a los cristianos bajo el Imperio de Trajano. Al ser descubierto como fiel discípulo de Cristo, es arrestado y conducido a Roma donde morirá mártir a manos de las fieras en el circo. Durante su viaje a la gran urbe, escribirá sus cartas a distintas iglesias. En ellas trata sabiamente de Cristo como el Modelo a seguir y el que nos reconcilió con el Padre. También habla de la vida en la Iglesia, que debe caracterizarse por su fidelidad al Señor. 

También propone las claves acerca de lo que debe de ser el verdadero cristiano. Cuando está a punto de dar la vida y derramar su sangre, escribe a los fieles a los que dirá: “He de ser trigo de Cristo molido por las fieras”. De esta forma persiste en su firmeza de ser testigo del Reino de los Cielos hasta el final. Y también, estimula a los demás creyentes a punto de padecer. Cada una de sus cartas, son de gran talla teológica y literaria, constituyendo un gran patrimonio para el Pueblo de Dios.

En ellos este Santo obispo da al Papa Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro el nombre de obispo de Roma. Así alude al Pontífice como obispo de la Diócesis en la que se encuentra la Iglesia Madre de todo el orbe. Su nombre se ha incluido en el Canon Romano, que es la Primera Plegaria Eucarística que se conserva dentro del Misal para la celebración de la Santa Misa.