San Jacobo de Berthieu: jesuita mártir de paz
Madrid - Publicado el
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El Señor llama Bienaventurados a los que luchan por la paz, porque ellos serán llamados los hijos de Dios. Hoy conmemoramos a uno de estos hombres que, desde su consagración vivieron la pacificación sobrenatural: San Jacobo de Berthieu. Nace en Monlogis (Francia) el año 1835. Sintiendo la llamada de Dios a la vocación sacerdotal, ingresó en el Seminario de su Diócesis y se ordenó sacerdote.
Una década después se sintió atraído por la obra de San Ignacio de Loyola. A lo largo del noviciado se le designó Madagascar como un lugar para ejercer su labor misionera. Su primera tarea le llevó a la Isla de Saint-Marie donde destacó por el cuidado espiritual de las almas. No faltaba su preocupación de los niños, la atención a los pobres y necesitados con una atención más especial, si cabe hacia los enfermos.
La contradicción vino en 1880 cuando el Gobierno francés expulsó a los religiosos y misioneros jesuitas de aquel territorio. La causa eran las guerras franco-malgaches, que siempre le obligaron a cambiar de zona y apostolado. No obstante dieron siempre un fruto y se notó la presencia de la Providencia en su vida en todo momento. Y es que a lo largo de todo este periodo anunciaba la Paz de Cristo en todo momento, a tiempo y a destiempo, clamando por el fin de la contienda.
No lo hizo por temas partidistas, sino desde la impronta interior de Jesucristo. Capturado en plena labor evangelizadora por unos insurgentes de las tribus nativas, fue arrastrado en medio de la lluvia. El jefe de aquellos le prometió un gran puesto en su tribu si renunciaba a la Fe, que tanto daño les hacía a ellos porque veían el cristianismo y los cristianos como unos rivales. Al afianzarse en Dios San Jacobo de Berthieu fue torturado hasta morir, arrojando sus restos al río Guarana el año 1894.