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El discurso de Cristo en Cafarnaum donde se presenta como el Pan de Vida hace que muchos discípulos le abandonen y se echen atrás. No así los Doce que se reafirman en su seguimiento. Pedro lo dice en nombre de todos ellos. Hoy, Domingo XXI del Tiempo ordinario, celebramos a San José de Calasanz. Su amor al Señor y a la Eucaristía le hizo fundar el nuevo carisma para dar grandes frutos en el seno de la Iglesia.
Nacido en Peralta de la Sal en torno al año 1557, su madre le educa en la más tierna devoción a la Virgen y el odio al pecado. Tras cursar los estudios de Filosofía y Teología entre Lérida y Valencia, huye de algunas situaciones que le hacen peligrar su vocación, ordenándose sacerdote en Barbastro. Pronto marcha a Barcelona donde se Doctora en Teología, trasladándose poco tiempo después a Roma.
El Papa San Pío V saca a la luz el Catecismo según las directrices de Trento y José se convierte en un entusiasta propagador de la Fe, sobre todo, con los niños necesitados. Así surgen las Escuelas Pías, llamados popularmente Escolapios, cuyos primeros seguidores funcionan sin ninguna normativa fuera de la autoridad moral del Fundador, hasta que el Papa Pablo V haga de ella una Congregación de votos simples, y Gregorio XV la convierte en Orden.
El propio Fundador es nombrado General. Todo el Continente Europeo vio cómo los Escolapios se extendían, con especial incidencia en Italia, España y Austria. Después de esto inicios, surgieron dificultades con uno de los miembros de la nueva Orden, hasta el punto de quedar relegado como General el propio Fundador. San José de Calasanz volvería a ser restablecido con grandes dificultades hasta el momento de su muerte ocurrida en el año 1648.