San Leandro, obispo para los conversos
Madrid - Publicado el
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Todos los Santos han tenido que defender la Paz de Dios entre los hombres. Hoy nos acercamos hasta el español San Leandro, que tuvo que luchar por la unidad ante el conflicto religioso. Nieto de Teodorico, rey de los Ostrogodos, fue hermano de los también santos Isidoro, Fulgencio y Florentina. Desde niño tuvo un gran espíritu de oratoria, plasmado en su fácil palabra, así como un dulce trato en la comunicación con los demás.
Por su veteranía fue el instructor de su hermano San Isidoro. Tras varios años en un Convento de Sevilla, donde se dedicó a la Oración Contemplativa, la Providencia le tenía reservado otros servicio. A la muerte del Obispo de aquella Diócesis, él es elegido para ocupar su puesto, servicio que llevará a cabo, desempeñando un ministerio de auténtico celo por la unidad de la Iglesia, en bien de las almas.
Prueba de ello, es la conversión de Hermenegildo del arrianismo –herejía que negaba la Divinidad de Cristo- al catolicismo. Pronto será enviado como legado a Constantinopla. Allí trabaría trato, consolidando una fuerte amistad, con San Gregorio Magno, para cumplir aquello que recalca la Sagrada Escritura de que “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. Pero llegan momentos de sufrir la Cruz, porque el rey destierra al Obispo de Sevilla al haber convertido al ya muerto Hermenegildo.
Era la envidia de los celosos de sus ideas y no de la voluntad de Dios. Tras reconocer su error y mandar volver a Leandro, el monarca le encarga el cuidado de su hijo Recaredo al que convertirá, este Santo Obispo que presidirá el III Concilio de Toledo, donde se fomenta la santidad de los sacerdotes y también de los laicos. San Leandro muere en el año 600 y sus reliquias descansan en la Catedral de la Sede Hispalense.