El Santo de hoy: San Narciso, obispo de Jerusalén
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cada vez que recordamos algún Apóstol en su Fiesta, tenemos una faceta muy especial de ellos que es su testimonio, dejando fieles seguidores. Hoy hacemos memoria de San Narciso, cuyas circunstacias le pusieron en contacto con la Primitiva Comunidad. Nace en Jerusalén a finales del siglo I y, desde el primer momento, es educado en la Fe. Los Apóstoles o sus inmediatos sucesores son los que le enseñaron el Evangelio.
Cuando es ordenado sacerdote, destaca por su ejemplaridad al vivir su ministerio, que le llevaría a tener el don de ser consagrado Obispo de Jerusalén, la Ciudad Santa. A pesar de ser bastante mayor, Dios le concede un espíritu de juventud y alegría, lo cual hace que impulse el progreso espiritual y humano de los creyentes, constituyendo un aliciente para todos ellos en sus vidas espirituales y humanas.
Tuvo parte activa en el Concilio de Cesarea, donde se unificó la fecha para celebrar la Pascua, ya que no había un criterio solvente y único que clarificase el día concreto en el que muere y resucita el Señor. Pero surge la calumnia contra él por tres de sus sacerdotes, envidiosos de su santidad. Tras perdonarles, marcha a vivir en la contemplación, aunque sólo durante ocho años, ya que el arrepentimiento de uno de ellos, hace que vuelva.
Los otros dos acusadores murieron ahogados en su ira y egoísmo. Esto fortaleció más al Obispo que recordó las palabras de San Pablo “Por la envidia, entró el pecado en ele mundo”. En este tiempo, donde ya es anciano, Alejandro, Obispo de Capadocia, le ayuda en el gobierno de la Sede Episcopal, sucediéndole a su muerte. También en esos momentos San Narciso siente una mayor cercanía de sus fieles. Entre sus milagros se cuenta que convirtió el agua en aceite para proveer de luz a los diáconos en la Noche Santa de Pascua.