San Pantaleón, testimonio de Dios

El Señor promete a San Bartolomé cuando le llama a seguirle en el Evangelio, que los que crean verán cosas mayores. Hoy celebramos a San Pantaleón cuya vida tuvo grandes repercusiones prodigiosas que han llegado hasta nuestros días. Nacido en Nicomedia, actual Turquía, su vida transcurre en el siglo III. Su padre era médico y él hereda ese oficio. Por aquellos tiempos se entregó a la vida meramente mundana.

Aplaudía la idolatría y los ejemplos mundanos. Incluso él llegó a ser apóstata porque conocía a los cristianos y les odiaba. Pero un cristiano llamado Hermolaos trabó amistad con él y le fue convirtiendo desde el corazón. Tal y como recuerda el Profeta Ezequiel en la Sagrada Escritura, se encargó de ser instrumento para que Dios cambiase el corazón de piedra de nuestro Santo, en un corazón de carne.

En su oficio médico, atendió al propio Emperador. Esto provoca la envidia de algunos compañeros. Denunciado por su condición de cristiano, el Emperador se propuso salvarle por los servicios que le había hecho. Al final claudica y el Santo muere mártir. Se le considera como uno de los auxiliadores de enfermos en Oriente. De hecho, al igual que San Cosme y San Damián, se dedican a asistir gratuitamente a los enfermos.

Una reliquia con su sangre se conserva en el Real Monasterio de la Visitación de las agustinas del Madrid de los Austrias. De forma asombrosa cada 27 de julio, día de su fiesta, esta sangre de San Pantaleón se vuelve líquida. Muchos son los que acuden a presenciar este milagro y a orar dando gracias a Dios por tan gran prodigio a la vista de las personas. Un hecho similar sucede en Ravello. En la antigüedad también se tuvo gran devoción a San pantaléon en Occidente.