San Ursicino

Un ermitaño que busca la vida de Fe al más puro estilo orante ganándose el pan con el sudor de su frente es San Ursicino que conmemoramos hoy

San Ursicino anacoreta y ermitaño

Jesús Luis Sacristán

Madrid - Publicado el

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Uno de los caminos que más ha destacado siempre en la Iglesia y, sobre todo, en los distintos tiempos, es la vida contemplativa. Al principio, después del Edicto de Milán, llegó la relajación de muchos cristianos y no faltó quien escogió una situación más de interiorización para llegar a Dios, ya que lo mundano y lo pagano atraían tanto que hacía adeptos a su causa fácilmente.

Un ermitaño que busca la vida de Fe al más puro estilo orante ganándose el pan con el sudor de su frente es San Ursicino que conmemoramos hoy, cuando falta tan poco para la Natividad del Señor y a la que vamos llegando. Los datos de este anacoreta dicen que ya en el siglo VII, en Suiza había una ermita levantada en su honor por la gran devoción que daba. El monje San Vadregisilo, consciente de esta devoción, levanta un Monasterio en su honor.

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Su vida se sitúa en torno a los siglos VI-VII. Discípulo de San Columbano, monje irlandés que marchó a Italia y luego a Francia donde fundó el año 614 el Monasterio de Bobbio. Dada la espiritualidad de este gran abad, Ursicino le imitó en la vida monástica hasta que se separó de Columbano en busca de una vida de ermitaño más entregada a la contemplación al estilo de los grandes anacoretas como San Antonio Abad. Establecido cerca de una cueva en el río Doubs donde edificó una pequeña ermita.

Cuenta la historia que Ursicino pidió ayuda a Dios para que le señalase el lugar elegido donde construiría un Monasterio. Entonces lanzó unos cayados al aire y donde cayeron se estableció. Pero fue tal la afluencia de gente que buscaba ir allí a rezar que terminó edificando un monasterio que sirviese de acogida a todos. San Ursicino muere hacia el año 620.

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