Santa Juliana, consagrada y mártir

Santa Juliana, consagrada y mártir

Jesús Luis Sacristán

Madrid - Publicado el

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El Evangelio señala esa Parábola del Sembrador en la que Cristo presenta al que sale a sembrar y una parte cae en tierra buena dando fruto abundante. Hoy celebramos a Santa Juliana, que acogió en su corazón la Buena Nueva, desde los dones que el Señor le dio. Su vida transcurre en el siglo III. Es hija de padre pagano, experto en Derecho, adorador de los dioses de Roma y perseguidor encarnizado de los cristianos.

La madre, por su parte, es agnóstica y se siente indiferente a toda forma de religiosidad. Vive en el hedonismo del momento. En este marco, ella se se siente llamada por Dios a la Fe. Por eso, se bautiza secretamente, haciendo un voto de consagración a Cristo, optando por no contraer matrimonio nunca. Pero el camino de los que siguen al Señor está lleno de malezas. Pronto comienza a fijarse en ella un senador de nombre Eluzo, incluso el padre de la joven, ya ha tomado la decisión de dársela por esposa.

Juliana le pide un grave compromiso casi imposible: Que sea Prefecto de la ciudad de Nicomedia. Así pensó ella que nadie se daría cuenta de su consagración al Cielo. Sin embargo, el poder del dinero y la avaricia llevaron a aquel joven a gobernar la ciudad. Fue cuando ella le abrió el corazón confesando su Fe, por lo que el senador informó al padre y le puso al corriente de todo lo referente a su hija.

Éste, montando en cólera, obligó a su hija para que dejara sus creencias, lo cual fue en vano. Y es que Juliana dejó claro que no tendría inconveniente en ser la esposa del gobernador si su pretendido se convertía al Señor Jesús. En un gesto de falsa bondad, el padre manda a su hija a la cárcel, razonando equivocadamente que reflexionará y abandonará su aptitud obstinada. Pero Santa Juliana sale reforzada de su Fe en la cárcel, entregando la vida por Cristo en el año 308.

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