Santa Tecla, cristiana colmada de años

En los diversos carismas que el Espíritu tiene dispuestos hay mártires, pero también Santos que alcanzan la perfección en el día a día sin el derramamiento de sangre. Hoy conmemoramos a Santa Tecla, que salió ilesa del martirio y llevó a una vida de consagración al Señor hasta la ancianidad y su encuentro con el Señor. Su vida se desarrolla en el siglo I, en Turquía donde nace. Vive junto a sus padres en Iconio.

Este lugar es emblemático según señala la Escritura, porque es donde San Pablo predicará el Evangelio, tal y como se recoge en el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Cuando se entera de la presencia del Apóstol, y de la afluencia masiva de gentes, va profundizando progresivamente en la nueva doctrina. Pero el influjo que recibe, de las palabras de Saulo, con especial hincapié en la renuncia por el Reino de los Cielos y la Resurrección no pasa inadvertido en su madre.

Ella lo descubre y se escandaliza al ver a su hija abrazando la Buena Nueva. Puesto en conocimiento del novio de la joven, todos aúnan esfuerzos para que Tecla desista. Sin embargo, ella cada día está más decidida a renunciar a todo, incluidos sus propios planes de matrimonio. Su conversión se extiende por toda la ciudad, y los más notables deciden acusar a Pablo de extender una nueva superstición.

Pero durante su estancia en la cárcel, Tecla acude a verle, sintiéndose inflamada en el amor de Dios. Salvada de morir quemada -como Moisés de perecer en las aguas-, Santa Tecla persevera en la Fe que le había predicado el Apóstol de los Gentiles, muriendo anciana. No faltan tradiciones que le presentan predicando por los sitios donde pasaba y animando a las mujeres a vivir siempre desde una consagración total a Dios.