Madrid - Publicado el
2 min lectura
Muchas familias de Santos viven unidos en vida y a la hora de nacer al Cielo son compañeros del mismo camino. Hoy la Iglesia, nos propone a tres hermanos: Vicente, Sabina y Cristeta que vivieron esta realidad en vida y muerte. Nacidos en Talavera (Toledo), a la muerte de sus padres, Vicente, como primogénito, se hará cargo de las hermanas, cuidando de ellas, ya que se hallaban en plena juventud. Durante esta época, gobierna el Imperio Diocleciano, quien cuenta con Daciano, como su lugarteniente en Hispania.
Las rebeliones internas dentro del Imperio hacen que la situación no sea de apogeo como tiempo atrás para Roma. El odio que tiene hacia los cristianos el César, hace que se recrudezca todavía más la persecución hacia los seguidores de Cristo. Y es en Talavera, donde llegado el momento, se busca con más ansia la detención de los creyentes. Entre ellos, figura Vicente, quien destaca por su servicio a la Buena Nueva del Evangelio, manifestado en sus gestos de caridad y de amor entregado al prójimo.
Y precisamente, estas obras le delataron, siendo conducido ante el cónsul, quien le mandó meter en la cárcel, después de persuadirle para que abandonase su Fe. Allí es visitado por sus hermanas. Ella le piden que consiga un plan para huir porque ellas se sienten huérfanas y les gustaría seguir contrando con la protección suya como hermano mayor. Entonces logran escapar, aunque en Ávila son capturados por los romanos y los tres, Vicente Sabina y Cristeta, serán martirizados.
Tras ser enterrados en el campo, se levanta una Iglesia en su honor dentro de la ciudad abulense, motivo por el cual les sepultan allí. Cuenta en sus crónicas Alfonso X, el Sabio que al llegar la dominación árabe sus res se trasladaron de Ávila al Monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña para preservarlas de alguna profanación. Pasados años Talavera pidió al Monasterio que se le diese algún relicario de los mártires, donándoles la arqueta con las reliquias.