El espectáculo de chalaneo y zoco político ofrecido en algunos ayuntamientos hasta su constitución aconseja mas que nunca reflexionar y debatir sobre una reforma de la Ley Electoral para que las elecciones municipales tengan dos vueltas.
De esa forma se evitarían los pactos anti natura, fuera de toda lógica política, y que algunos oportunistas se hicieran con el santo y la limosna de las alcaldías a pesar de haber obtenido una escuálida representación.
Otra opción fue la que Rajoy le ofreció a Sánchez y este rechazó: que se dejara gobernar siempre la lista mas votada si obtenía un número de votos razonablemente superior a la segunda candidatura y que alcanzara al menos un 35% de los sufragios. Hace cuatro años el PP ganó en ayuntamientos importantes pero los pactos del PSOE con Podemos y otras fuerzas nacionalistas y regionalistas les dejaron en la oposición.
Ahora ha ocurrido lo contrario. Ha sido el PP el que ha enviado a la oposición a los socialistas y a sus socios de legislatura anterior como Carmena en Madrid. La segunda vuelta electoral entre los partidos más votados en la primera cita con las urnas obligaría a estos a presentarse con un programa pactado con sus afines, que dejaría las cosas claras nada más conocerse el resultado de las elecciones.
Y de paso evitaría situaciones como la que se está viviendo en Madrid con Vox, que ha suspendido sus negociaciones con el PP para el Gobierno de la Comunidad hasta que le den una concejalía en el Ayuntamiento de la capital.
Es evidente que por más que se maquille la cosa, las sillas cuentan tanto o más que los acuerdos programáticos . En Barcelona por razones distintas Ciudadanos ha roto con Manuel Valls después de que este se empeñara en apoyar a Ada colau para evitar que gobernara el Ayuntamiento el separatismo. Inés Arrimadas y no le falta razón ha justificado la decisión, porque entre Ada Colau y Maragall no hay diferencia alguna dado que la alcaldesa siempre se ha puesto del lado separatista y prueba de ello ha sido que una vez recuperada la alcaldía con los votos de Valls ha colocado de nuevo en la fachada del ayuntamiento el lazo amarillo. Colau o Maragall da igual, sostiene Rivera y por precedentes y hechos razón tiene.