De Kubrick a David Lynch: el artesano español que se hizo un hueco en Hollywood gracias a su maquetas

Su nombre era Emilio Ruiz del Río y con sus impresionantes decorados híper realistas trabajó en películas como 'Dune', 'Conan el Bárbaro' o 'Espartaco'

De Kubrick a David Lynch: el artesano español que se hizo un hueco en Hollywood gracias a su maquetas

Ana Rumí

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Luces, cámaras y acción. Es lo que se suele decir justo al inicio de un rodaje, para que, tanto los directores como los actores estén prevenidos y todo comience.

Por supuesto, no es lo único que hace falta, porque el resultado final requiere de una combinación perfecta entre los actores, los guiones, los directores y, por supuesto, el set de grabación.

A veces en exteriores, y otras tantas, en interior. Y es ahí donde juega un papel fundamental un buen decorado, que ambiente perfectamente la escena que se pretende lograr. Pero claro, hay veces que, por lo complicado de la trama, es imposible lograrlas en el mundo real y tienen que ser a pequeña escala. Decorados que, en realidad, no son nada fáciles de crear consiguiendo que, en pantalla, parezca de tamaño real.

Pero si hay alguien que lo consiguió, ese fue Emilio Ruiz del Río, un artesano madrileño que conquistó Hollywood con su arte.

Unas maquetas que aparecieron en las mejores películas

Fue en plena década de 1940, cuando este artesano, que había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, se adentró por primera vez en el mundo del cine.

Había sido dibujante y su talento era desbordante, tanto, que le valió un huequito en los Estudios Cinematográficos de Chamartín, siendo el ayudante de un director de arte y paisajista. Eso le valió trabajar con otros escenógrafos, como el alemán Sigfrido Burmann, que, apreció tanto su talento, que le confió una nueva técnica: pintar los escenarios sobre cristal.

Emilio Ruiz del Río pintando una de sus maquetas

Una técnica que él mismo se encargó de perfeccionar, utilizando, en su lugar, chapas de aluminio sobre las que pintaba esas maquetas y que, sujetas a bastidores y colocadas con cierta perspectiva ante la cámara, conseguían el efecto deseado.

Eso le llevó a empezar a ser reconocido internacionalmente, llegando, diez años más tarde, a trabajar en 20 proyectos cinematográficos en un mismo año.

En un primer momento, hizo buenas migas con los directores italianos, que confiaron en él para sus películas, lo que le llevó a hacerse un huequito, poco a poco, en Hollywood.

En la década de 1960, sus impresionantes maquetas aparecieron en Lawrence de Arabia, Rey de Reyes o Doctor Zhivago...Una década dorada para este artista español que, entonces, trabajó también con un jovencísimo Stanley Kubrick, que confió en él para Espartaco.

Aunque, si hubo una película que lo cambió todo para él, fue Operación Ogro, una producción italoespañola que narra el intento de secuestro y atentado de Carrero Blanco. Fue tal el parecido de la maqueta con la calle Claudio Coello, que es utilizada a menudo en documentales sobre el atentado.

“Me fui a la Calle Claudio Coello y la medí detalle por detalle, las farolas, los cuadraditos de las aceras, los portales...Estuvimos tres días midiendo” contaba tiempo después para TVE a la par que enseñaba su espectacular maqueta.

Un contrato de alta exclusividad que le llevó a trabajar en una película icónica

Su trabajo fue tan laureado, que, hacia 1980, el productor italiano Dino De Laurentiis quiso firmar con él un contrato en exclusiva para siete películas suyas, sin saber que, una de ellas, se convertiría en un icono del cine.

Esa fue Dune, del director David Lynch, y que consiguió recaudar más de 30 millones de dólares. Una película que, por cierto, marcó tanto hasta el punto de hacer un remake en 2021 que consiguió llevarse seis premios Óscar.

Con él, también trabajó en Conan, con unas espectaculares maquetas que dieron la vuelta al mundo, o en Destructor.

Más tarde, trabajó para El Laberinto del Fauno o Alatriste, mientras trabajaba también en la restauración de pinturas de los techos del Palacio de la Granja de San Idelfonso o en spot publicitarios.

Un trabajo que, incluso para él mismo, estaba demasiadas veces en la sombra. “A pesar de que muchísimas veces no dan mi nombre, quién es el autor de esto, para mí es una satisfacción tremenda saber que, por lo menos, escondido un poco, estoy en el hecho histórico metido” reconocía después.

Algo que, en realidad, no era tal: se llevó tres premios Goya y la industria entera le reconoció su trabajo con su documental El Último Truco.

Puede que, de alguna forma, sí estuviese escondido y poco reconocido públicamente, el talento de este genio provocó que, tiempo después, se le siga recordando. Porque las maquetas de Emilio Ruiz del Río, siempre serán inmortales.

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