No, Nicolás II no fue el último zar de Rusia
Es creencia común que Nicolás II fue el último emperador antes del triunfo de la Revolución de Octubre, pero esto no es exactamente cierto
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La Revolución Rusa es uno de los hechos históricos del siglo XX sobre los que más se ha escrito. En plena Primera Guerra Mundial, las masas bolcheviques se echaron a las calles liderados por Lenin e hicieron caer el centenario imperio de los zares.
Es conocido el hecho de que una multitud asaltó el Palacio de Invierno y la familia real de los Romanov fue hecha presa y, tras pasar un tiempo en prisión, fue fusilada en Ekaterimburgo. Antes de eso, el zar, Nicolás II, había abdicado poniendo fin a un sistema absolutista de casi dos siglos de antigüedad.
No obstante, no es cierto, como casi todo el mundo piensa, que Nicolás fuera el último emperador de la Rusia zarista. El motivo, tal y como cuenta José Luis Vila-San-Juan en su libro ‘Mentiras históricas comúnmente creídas’, es que la burguesía y la nobleza del país, en vista de la situación social y política, hicieron un último intento a la desesperada por salvar a la monarquía.
La opción del Gran Duque
En esta línea, el ministro de Exteriores del Gobierno oficialista, Pável Miliukov, vio claro que la única forma de que el Soviet no arrasara con el sistema pasaba por la abdicación del apático Nicolás II. Miliukov, entonces, redactó un documento destinado a que lo firmase el zar y que contemplaba la cesión del trono al hijo de Nicolás, Alexis. Sin embargo, por ser este demasiado joven (sólo contaba con doce años), la regencia debía recaer sobre el hermano de Nicolás, el Gran Duque Miguel Alexandrovich Romanov.
Cuando el documento llegó a manos de Nicolás, este no opuso resistencia. No obstante, los médicos le habían confesado que la enfermedad que su hijo Alexis sufría —hoy en día se apuesta por que era la hemofilia— era incurable. Es por eso que Nicolás modificó el documento para pasarle el trono directamente a su hermano, haciendo a Miguel zar y no regente.
Pero el pueblo ruso no iba a contentarse con eso: no quería a otro Romanov en el trono, ya que ni siquiera quería un trono. La presión pública llevó a Miguel a renunciar a sus derechos tan sólo dos días después, el 16 de marzo de 1917.
Aunque el breve zar no fue fusilado en Ekaterimburgo junto al resto de su familia, su destino no fue mejor. El 13 de junio de 1918 fue despertado en mitad de la noche y conducido por unos milicianos a la calle. No se volvió a saber de él, por lo que se da por hecho que fue asesinado y enterrado en un lugar no conocido.