TEATRO ÓPERA
La ópera en el corazón de un palacio sevillano, lo que ni Mozart pudo imaginar
Fermín Cabanillas
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Fermín Cabanillas
Se calcula que Sevilla ha inspirado o está presente en un centenar de óperas, en algunas de pasada o teniendo que indagar mucho en el libreto para encontrarla, en otras no solo las ha inspirado, sino que calles, conventos y hasta el cementerio de la ciudad son escenarios vivos.
Eso no ha pasado desapercibido para la Asociación de Casas Palacio de Sevilla, que lleva a cabo en estos días el programa "Sevilla Opera Nights", en colaboración con Engranajes Culturales y Classical Passion & More, un ciclo de representaciones para poner en valor el nexo entre la ópera inspirada en Sevilla y lugares emblemáticos de la ciudad.
Para verlo en vivo, este sábado se llenaba para ver "Don Giovanni" el patio de Casa de Salinas, edificio que, junto al Palacio de Las Dueñas y el Hospital de La Caridad, forma el trío de escenarios históricos donde se desarrollan las representaciones, con un formato reducido.
Con una narración sobre el escenario que va guiando al público sobre lo que está viendo entre muros centenarios, para que no solo se vea a Carmen, de Bizet, cantando, sino que se ubique al espectador en el contexto de lo que el compositor francés quiso transmitir cuando la escribió en 1875.
No dejemos pasar de largo el hecho de que el patio de butacas estuviese lleno, prueba evidente de que la ópera es un género que interesa a los sevillanos, enamorados de todo lo que huela a su ciudad, pero atraídos también por la curiosidad de ver este original formato, e incluso apreciar por primera vez unos edificios que forman parte de la historia de su ciudad.
Con algunos turistas anglosajones también entre el público, a las nueve de la noche se asomaba entre las columnas del patio principal Javier Prados, el actor que narra lo que pasa y va a pasar, dando entrada a los primeros acordes del piano de Diana Rodríguez Adán, para, antes de nada, explicar qué es esto de Sevilla Opera Nights y glosar al público sobre las otras dos óperas elegidas para el calendario, que abrió el 12 de octubre y cerrará el 11 de noviembre.
Terminan las explicaciones sobre las otras óperas, incluida por ejemplo la obertura de "El Barbero de Sevilla", y salen a escena el tenor Pedro Gómez, la soprano Bruna de Castro y el barítono Salvador Vicente Montañana. Comienza la magia.
A los tres cantantes, el actor y la pianista se une un sexto elemento: la acústica del patio de un edificio del siglo XVI, del que no se sabe si su constructor, Baltasar Jaén, pensó en hacer espectáculos musicales en su interior cuando lo concibió, pero hasta los propios intérpretes destacaban al final del espectáculo lo cómodos que se habían sentido cantando en un sitio donde la voz viaja con tanta facilidad.
Es algo más de una hora de representación, en la que se van alternando las representaciones de algunas de las escenas de la obra con las explicaciones de Javier Prados, que deja de narrar para convertirse en el prometido de Bruna, y solo poder revivir de un ataque mortal al escuchar la voz de la soprano.
Y así transcurrió la noche, con los actores despedidos con una ovación de las que gusta escuchar, y con un epílogo posterior para saludarlos, hacerse fotos con ellos y comentar cómo es cantar ópera en un lugar con tanta historia, más todavía que las melodías que habían entonado en unos muros levantado dos siglos antes de que Mozart estrenase su Don Giovanni en Praga, la noche del 29 de octubre de 1787.
Un paseo del público por el corazón de la casa, por cuyos ventanales se asoma la actriz Gabriela Fernández en una de sus escenas, cierra la sesión, un edificio que en la actualidad luce sus primitivas estructuras del siglo XVI con elementos propios de la época de su construcción.
Todo un tesoro arquitectónico en el corazón de la Sevilla de siempre, la de Don Juan, el seductor implacable que, en unos días, paseará por su cementerio, donde Zorrilla lo imaginó en 1844, por obra y gracia de Engranajes Culturales. Pero esa, de momento, es otra historia.