Monasterio de El Escorial, 438 años de historia y el sellado de la séptima puerta al infierno

Tal día como hoy, el 13 de septiembre de 1584, se ponía la última piedra del Monasterio de El Escorial, considerado por muchos como la octava maravilla del mundo.

Felipe II quería construir un monumento grandioso para conmemorar sus victorias en aquel reino en el que nunca se ponía el sol y que, además, fuera un mausoleo para enterrar a sus padres y a las generaciones reales venideras.

Cuenta la historia que cuando sus asesores estaban buscando el lugar más adecuado en la sierra de Madrid, los sorprendió una enorme tormenta y vieron asombrados como todos los rayos confluían en la entrada de una cueva. Convencidos de que allí se encontraba la legendaria séptima puerta de entrada al infierno y de que, entre el fulgor de los relámpagos habían visto al mismo demonio, se lo comunicaron al rey y decidieron que allí construirían el monasterio después de haber sellado ese acceso al inframundo.

Muchos expertos coinciden al afirmar que aquella cueva sellada era en realidad la entrada a unas minas de hierro que, por una pura cuestión física, atraía a los rayos.

Lo cierto es que la fuerza de la naturaleza señaló el lugar en el que hoy podemos ver esta maravilla en cuyo interior, nos aguardan 1.800 puertas, cientos de escalones, miles de obras de arte y reliquias entre ellas un diente y el dedo pulgar de San Isidro, un panteón real, mucho arte, muchísima historia e incontables leyendas, como esa que dice que si conseguimos localizar en el Monte Abantos el punto exacto al que mira la estatua de San Lorenzo de la fachada, encontraremos un gran tesoro.

Dicen que uno de los obreros huyó con el dinero destinado al monasterio pero que terminó hundiéndose en una ciénaga y con él todo el dinero que había robado y al que la estatua del santo mira directamente.

Fueron largas las obras del Monasterio de El Escorial, entre otras cosas, porque intentaron construir algo tan extraordinario que se les acabó el dinero y por eso, entre que no había fondos y que Felipe II tenía cierta fama de tacaño, los obreros no siempre cobraban a tiempo y los arquitectos se valían de todo tipo de recursos para conseguir que los salarios llegaran aunque fuera a destiempo y valiéndose, incluso, de un pasadizo que se conoce como Sala de los Secretos.

Ocurre que, por la disposición de la bóveda, si una persona susurra en un extremo, otra persona que se encuentre en el extremo opuesto, la escucha como si estuviera a su lado, pero las personas que se encuentran en medio no oyen nada.

Cuentan, como tantas veces a caballo entre la historia y la leyenda, que durante una visita del Felipe II al monasterio, Juan de Herrera que conocía esa cualidad de la sala llevó allí al rey y desde el otro extremo, susurró “Majestad, no está bien que los obreros lleven dos semanas sin cobrar”.

Felipe II miró alrededor y no viendo a nadie que estuviera tan cerca como para hablarle casi al oído, preguntó: “¿Quién osa hablarle así al rey?”.

Dicen que Juan de Herrera le respondió que allí sólo los ángeles le hablaban al oído a cada persona.

Felipe II, por si acaso un ángel le estaba cantando las cuarenta, al día siguiente dio orden de que se abonaran los sueldos atrasados y que, en lo sucesivo, se pagaran puntualmente.

Hoy, magnífico en su belleza, incomparable en su historia y jalonado de leyendas, este monasterio cumple nada menos que 438 años.