Así fue la construcción de la cruz del Valle de los Caídos: "Nuestra pesadilla"
En entredicho debido a la Ley de Memoria Democrática, siempre fue el elemento más característico del complejo... y el más costoso de idear y plasmar
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Uno de los símbolos por antonomasia del franquismo es el Valle de los Caídos. El conjunto monumental que Franco ordenó construir en la sierra madrileña de Guadarrama vuelve a estar de actualidad hoy en día. El motivo hay que buscarlo en la Ley de Memoria Democrática que pretende sacar adelante el Gobierno. Esta incidiría de manera directa en la finalidad de honrar la Guerra Civil y a sus fallecidos que representa la que quizá sea la gran obra arquitectónica de la dictadura.
De hecho, la ley ya empezó a tener consecuencias en el Valle de los Caídos hace meses, cuando se produjo la exhumación de Franco. Ahora las miras son otras, aunque tan o más altas: la cruz del complejo podría estar en peligro. Así lo demuestra el hecho de que más de 55 mil personas han firmado una petición para que el elemento más característico del complejo no sea demolido.
Al estar previsto llevar a cabo una “resignificación” del lugar, muchos piensan que esto supondría acabar con la presencia más imponente del Valle de los Caídos. Con más de 200.000 toneladas de peso, 150 metros de altura y 46 de longitud, la cruz de hormigón y cemento que preside el lugar marcó su construcción.
Así lo aseguraba el arquitecto encargado del proyecto definitivo, Diego Méndez, en una entrevista que ABC publicó el 21 de julio de 1957 y que merece la pena recuperar ahora. En una obra que se llevó a cabo entre los años 40 y buena parte de los 50 y que contó con dos responsables (Pedro Muguruza fue el encargado de la obra), la cruz hizo honor a su nombre a efectos de complicaciones.
“Nuestra pesadilla”
“La cruz fue nuestra pesadilla”, llegó a declarar el también encargado de restaurar el Palacio del Pardo y el de La Zarzuela. “Presentar una cruz en lo alto de un risco que trepa a las nubes sin que pareciera enana, vulgar de estilo y proporciones era la pesadilla, repito, tanto del Caudillo como la mía”, recalcó, además, Méndez.
Como ningún otro compañero de profesión de enjundia quiso hacerse cargo del mayor problema que arrojó la construcción del Valle de los Caídos, fue Méndez quien tuvo que afrontarlo. Tras darle vueltas y más vueltas al dilema, la solución llegó de la forma más inesperada: un domingo, mientras esperaba a que sus hijos se vistieran para ir a misa, el arquitecto dibujó, casi sin darse cuenta, el diseño definitivo de la cruz.
Luego tocó construirla. Una tarea para la que se necesitaron unos 2.000 operarios que se jugaron, literalmente, la vida. “Ellos horadaron el granito, se subieron a andamios inverosímiles, manejaron la dinamita… Han jugado, día a día, con la muerte… Y triunfado de ella”, aseveró Méndez en aquella conversación con ABC.
La empresa fue tan costosa que las obras de la cruz y de la basílica del Valle de los Caídos no se dieron por finalizadas hasta 1958 (se habían iniciado en 1940). Un año después, ya pudo inaugurarse una obra lo suficientemente grandiosa y meritoria como para contentar a Franco.
Aunque, eso sí, la finalidad del Valle de los Caídos no pareció quedar muy clara para algunos. “Los anglosajones preguntan cuál es su rentabilidad. 'Ninguna', les contesto. Y se quedan pasmados tanto de la obra en sí como de lo que llaman 'su inutilidad”, sentenció Diego Méndez en su día. Tanto tiempo después de aquello, la guinda de su obra más mastodóntica, después de haberle provocado innumerables quebraderos de cabeza, no tiene asegurada su supervivencia.