Cómo lucha Europa contra la baja natalidad

Tierra por niño, subvenciones en la compra de viviendas o bajas de paternidad obligatorias. Así solucionan nuestros vecinos el problema demográfico

Miriam, la primera bebé nacida en España en 2007

Javier Martínez

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

España ha tocado fondo. Entre enero y junio de 2018, solo nacieron 179.794 bebés en nuestro país. Es la cifra más baja desde que se recopilan los datos (1941) y, como explica Alejandro Macarrón, uno de los mayores expertos en la materia, "muy posiblemente no hayan nacido tan pocos bebés en España desde el siglo XVIII, cuando los españoles eran unos 10 millones o algo menos".

Según el EurostatEspaña es el segundo país de la UE en el que las mujeres tardan más en tener su primer hijo (casi 31 años de media) y el segundo país en el que se tienen menos hijos por mujer (1,3), en ambos casos solo Italia tiene peores cifras que nosotros.

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La situación, de la que se ha advertido muchas veces, es preocupante. Una baja natalidad no solo pone en riesgo el sistema de pensiones, y el crecimiento económico, sino que cada vez más estudios vinculan el auge del populismo en Occidente con la caída en picado de las tasas de natalidad. 

Como explican los profesores Philip Auerswald y Joon Yun en este artículo del NY Times, la mayor parte de esta caída demográfica se experimenta en el ámbito rural, ya que, mientras las grandes ciudades a nivel global mantienen una tasa de crecimiento alta, en el mundo rural (con la excepción del continente africano), la natalidad no para de caer

Un fenómeno que también sucede en nuestro país, donde provincias con gran concentración de población como Madrid, Barcelona, Girona, Navarra, Álava, Cádiz, Sevilla, Almería o Murcia presentan las tasas de natalidad y fecundidad más altas mientras que aquellas con mayor población rural, como Zamora, Cuenca, León u Ourense presentan las más bajas.

Esta despoblación del campo provoca que las zonas rurales reciban cada vez peores servicios en comparación con las zonas urbanas, lo que unido a una población cada vez más envejecida en el ámbito rural, fomenta ese distanciamiento entre el campo y la ciudad, que explica algunos de los fenómenos geopolíticos de los últimos años. En Estados Unidos, por ejemplo, Donald Trump y su discurso anti-globalización obtuvieron el 62% de los votos en las zonas rurales, mientras que en las ciudades el candidato republicano se quedó en el 35% de los sufragios. 

Unos datos muy parecidos a los que se observan en los resultados del referéndum del Brexit en el Reino Unido, en donde los partidarios de la salida de la UE perdieron en las grandes ciudades, pero ganaron gracias al voto rural

Otro ejemplo más cercano lo podemos ver en Cataluña, donde el independentismo arrasa en los pequeños municipios y obtiene sus peores resultados en las ciudades grandes, en muchas de las cuales, como Badalona, L'Hospitalet o Tarragona, no alcanza el 40% de los votos.

Esta división entre el mundo rural y urbano está presente también en las protestas de los chalecos amarillos en Francia, cuya lucha contra la subida de los precios de los combustibles cobra especial relevancia en un mundo rural donde el coche sigue siendo pieza clave para la vida laboral.

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Cartel del partido de extrema derecha alemán AfD. "¿Nuevos alemanes? Los hacemos nosotros mismos"

Por eso, preocupa que los populistas de extrema derecha sean los únicos que enarbolan la bandera de la natalidad en Europa, algunos obteniendo resultados.

El Gobierno de Viktor Orbán en Hungría comenzó en 2015 una política de subvenciones, deducción de impuestos y reducción de intereses en la compra y la construcción de viviendas para las familias con hijos, con un incremento de los beneficios sociales en función del número de hijos. Una familia con tres hijos puede llegar a recibir unos 30.000 euros en beneficios sociales, lo que equivale al salario medio durante dos años. En los últimos 3 años, la tasa de fecundidad en Hungría ha crecido del 1,41 al 1,45. 

En Italia, el país con la natalidad más baja de Europa. el Gobierno Lega-5 Stelle ha incluido en sus polémicos presupuestos una sorprendente medida para fomentar la natalidad: las familias que tengan tres o más hijos recibirán tierras gratis para cultivar. Una medida que ataca de raíz los dos problemas mencionados: la baja natalidad y la despoblación rural. La medida ha sido fuertemente criticada por la oposición, que la compara con los planes de repoblación rural de Mussolini y que piden otro tipo de apoyos a la maternidad, como el incremento de las bajas de maternidad y paternidad.

¿Hay alternativa a esas medidas populistas para fomentar la natalidad? Parece que sí. Francia (1,92) y Suecia (1,88) presentan las tasas de fertilidad más altas de Europa. El misterio de la alta (aunque decreciente) fertilidad francesa es algo que lleva años despertando la curiosidad de investigadores de países que viven un auténtico drama demográfico, como Japón.  

¿Qué diferencia a la fértil Francia de Italia o Japón? El peso de las mujeres en la economía familiar. Mientras en Francia el 83,8% de las mujeres tenía un empleo fuera del hogar en 2010 (en Suecia llega al 87,5%), en Italia apenas el 64,4% trabajaba fuera de casa, y en Japón solo el 71%.

Suecia aporta una vuelta de tuerca a esa igualdad de responsabilidades en la fertilidad: la baja de paternidad. Los progenitores suecos tienen derecho a 480 días de baja pagados. Un año y medio de baja, de los cuales el padre debe coger al menos 90 de manera obligatoria. Una medida pensada para obligar a los padres a involucrarse en el cuidado de los pequeños y reducir el impacto que los embarazos tienen en la contratación y los salarios de las mujeres. 

Pero no es la única medida que explica por qué Suecia tiene la segunda tasa de fertilidad más alta de Europa. Además de las ayudas durante el embarazo y los primeros meses, el Estado sueco entrega 1050 coronas (unos 100 euros) por hijo a las familias, una cantidad que se incrementa gradualmente en función del número de criaturas. Además, los progenitores tienen derecho a coger días libres pagados al 80% si sus hijos están enfermos.

Estas son algunas de las aproximaciones europeas al problema de la natalidad, que podrían plantearse en España si no queremos que la brecha generacional y urbana-rural se incremente en las próximas décadas. 

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