Un guardia civil, en el juicio al 'procés': "Nunca me habían escupido por hacer mi trabajo"
"Lo que me ha quedado es cómo me miraban, no se si era por desprecio, por odio o por mi condición de Guardia Civil", ha asegurado
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Un sargento de la Guardia Civil que intervino el 1 de octubre en un colegio de San Andrés de la Barca (Barcelona) ha relatado el "daño moral" que sufrió por las amenazas, insultos y escupitajos que recibieron de los concentrados, y se ha lamentado: "A mí nunca me habían escupido por hacer mi trabajo".
De ese día, ha explicado el sargento en el juicio del "procés", se queda con las miradas de la gente, que fue lo que más le "dolió": "Lo que me ha quedado es cómo me miraban, no sé si era por desprecio, por odio o por mi condición de Guardia Civil pero a mí nunca por hacer mi trabajo me habían escupido".
De hecho, "hasta el día de hoy" no entiende "por qué aquellas personas, que eran del pueblo, se habían comportado, por decir una palabra que no es la adecuada, como delincuentes".
Según ha dicho, él no sufrió agresiones físicas, pero sí "todo tipo de agresiones verbales y amenazas". "Lo único que sufrí es un daño moral, no sé si me insultaron porque fui a cumplir una orden judicial o es porque era guardia civil", ha señalado.
Sí que sufrió una agresión, según ha relatado, uno de sus compañeros del grupo de seguridad cuando uno de los congregados en la puerta del colegio se le "tiró encima". "Se enzarzaron en una pelea y creo que le mordió la mano".
Él fue el único detenido de esa intervención pese a que "aquel día se cometieron muchos delitos". "Si nos hubiéramos dedicado a detener, hubiéramos creado un mal mayor", ha reconocido.
El sargento ha explicado que aquel 1 de octubre llegó sobre las once, "de paisano", con una gorra en la cabeza y acompañado de un grupo de seguridad de la Guardia Civil porque aunque sabían que algunos "compañeros" estaban teniendo "muchas dificultades" a la hora de intentar cerrar los colegios, en realidad, "no te hacías una idea".
Nada más bajar del coche, que aparcaron a unos 40 o 50 metros, los compañeros les encapsularon para que no fuesen "agredidos" y ahí fue cuando, según ha precisado, "se acercaron unas 15 o 20 personas" y les comenzaron a insultar hasta que llegaron a la puerta del colegio.
Allí -ha proseguido- les colocaron a un lado de la puerta ante la imposibilidad de entrar por las "300 o 400 personas" aglomeradas, mientras sus compañeros de seguridad informaban hasta en cuatro ocasiones a los congregados de que debían "cumplir una orden judicial".
Pero, según el relato del testigo, la "contestación" de los concentrados, que se encontraban "todos empujando" y "entrelazados de los brazos", fue que "no iban a cumplir la orden judicial y que no hacían caso a la Guardia Civil".
Mientras todo esto ocurría, el sargento ha comentado que había ocho mossos "a unos 40 metros" al otro lado de la calle, que "en ningún momento se acercaron" a prestarles auxilio.
"Después de un buen rato", -ha proseguido- la puerta se abrió por uno de los lados debido a "la fuerza que hacía la gente", una circunstancia que fue aprovechada por la Guardia Civil, que pudo ir sacando "uno a uno" a los aglomerados.
Cuando consiguieron entrar al colegio, el sargento se llevó "otra sorpresa". Ha dicho que se encontró a unas 250 personas "de muchas edades" haciendo "un muro infranqueable", sentados en el suelo.
De ahí, ha dicho que la imagen que se le quedó es cómo los congregados les grababan y una persona decía: "Todos callados, no decir nada".
Finalmente, tras intentar no pisar a nadie, el sargento ha indicado que consiguieron llegar al punto de votación donde, sin embargo, no encontraron urnas, tan solo "2.500 sobres, algunas papeletas de votación y una CPU".
Tras su intervención, emprendieron camino de regreso al coche, de nuevo encapsulados por sus compañeros de seguridad, y allí volvieron a recibir "todo tipo de insultos": "Nos amenazaron y nos volvieron a escupir".
Otro testimonio ha sido el de un agente de la policía judicial que acudió a un centro de votación el 1-O y que ha narrado cómo dos mossos d'esquadra se "opusieron físicamente" a que los guardias civiles accedieran al local y se dirigieron a ellos "de manera amenazante", hasta el punto de que tuvieron que ser apartados por un agente ayudado de su escudo.
Este guardia civil ha relatado hoy en el juicio del "procés" su experiencia en el colegio de Sant Joan de Vilatorrada (Barcelona), donde, según ha indicado, "se masticaba el odio" por parte de las personas allí congregadas que querían evitar la actuación de la Guardia Civil para incautar las urnas.
Para el agente, se trató de un episodio "inaudito", en el que el papel de los dos mossos que se encontraban allí no fue de pasividad, sino que "se opusieron a que el GRS (los antidisturbios de la Guardia Civil) pudieran entrar".
Cuando los guardias se disponían a ello, los agentes autonómicos, "de manera amenazante", les exigieron el mandamiento judicial que avalaba la entrada al local. "A ver, ¿qué mandamiento tienen ustedes para entrar aquí?", ha explicado que les dijeron los mossos.
Por eso, ha relatado que "tuvieron que ser apartados", cosa que hizo un guardia civil con la ayuda de su escudo.
Al llegar al centro, donde había unas 400 personas congregadas, el guardia escuchó todo tipo de insultos y ver "las caras de odio y de desprecio ante los agentes de la autoridad".
"Se masticaba el odio, se masticaba una rabia que yo no sé cómo esas personas podían haber contenido tanta rabia tanto tiempo. Fue inaudito", ha dicho.
Según el guardia, lo ocurrido allí "derivó en una violencia inusitada" por parte de los congregados, un "odio y un desprecio" que nunca había visto antes. "Y he estado en sitios que no quiero nombrar".
En ese colegio, ha indicado, "gente con actitud pacífica no había por ningún lado", pero en un principio los antidisturbios "iban de un perfil bajo, no iban equipados al completo", sino "con la boina y la cara descubierta para intentar aplacar a las personas", hasta que vieron que tenían que "emplearse" para pasar.
Él, que no iba de uniforme porque formaba parte de la comitiva judicial, se quedó en un momento dado aislado con sus compañeros y algunos de ellos sintieron "cierto temor", ha relatado, "nos vamos a quedar aislados, como nos conozcan no sé qué puede pasar", le decían.
Preguntado por el fiscal acerca de si temieron por su integridad, ha contestado: "Por la mía, no. Me he visto en situaciones diversas y peligrosas, pero el personal que venia conmigo, sí. Me dijeron: 'no vamos a salir de aquí'".
Finalmente consiguieron entrar en el centro, "entre golpes", y gracias a un pasillo que hicieron los antidisturbios, cuando la gente "acometía contra los agentes". "No eran simplemente insultos, aparte de que eso no deja de ser violencia, a mi humilde juicio", ha opinado.
Era, ha incidido, una "masa de oponentes" que "empujaba con patadas y puñetazos, intentaba derribar y contrarrestar la presión que pudieran hacer los GRS". Al lugar acudieron posteriormente "bomberos uniformados, los cuales se pusieron en primera línea de resistencia".
Él, ha explicado, sufrió "algún arañazo, algún golpe" y le dieron "puñetazos en la espalda". "No lo denuncié -se ha excusado- porque nos ha pasado de todo en la vida".
Cuando consiguieron entrar en el colegio, al primer agente que accedió "le lanzaron una silla metálica y cayó al suelo". A resultas de la jornada, ha dicho, resultaron heridos dos guardias civiles y los policías judiciales finalmente salieron con dos urnas incautadas, dos teléfonos móviles, 750 papeletas, 30 justificantes de voto y dos listados.
Esa experiencia, ha explicado al tribunal, le afectó a él, a "muchos compañeros" y a su familia hasta el punto de pedir un cambio de destino.
"Afectó el asunto del instituto", ha dicho para aclarar que es una de las personas que denunció a un centro docente, en su caso porque a su hijo "le hicieron salir a una protesta por la indignación del 1-O". "Me quejé de que el instituto está para enseñar y dar clases".
"Mi hijo -ha añadido- yo sé que está orgulloso de la profesión de su padre y quiere seguir la profesión de su padre".