Podemos quiere volver a ser sexy

La formación ha dejado de ser atractiva para muchos votantes, que señalan a Pablo Iglesias como el líder peor valorado

Podemos quiere volver a ser sexy

Alberto Escalante

Publicado el - Actualizado

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“Podemos funciona porque es sexy”, le gustaba decir a Pablo Iglesias en 2016, pero a finales de 2017 las encuestas y los malos resultados en Cataluña indican que en lo últimos meses han dejado de ser atractivos para muchos votantes que señalan al líder morado como el peor valorado de los cuatro grandes partidos.

El año empezó con una guerra civil entre pablistas y errejonistas que se cerró en febrero entre gritos de unidad en Vistalegre 2 con poderes casi absolutos para Iglesias. Con su nueva guardia de corps ocupando los territorios hasta entonces dominados por los fieles a Errejón, la derrota de su otrora mano derecha, supuso un punto de inflexión en la estrategia del partido, un giro a la izquierda de la izquierda, que para muchos explica buena parte de los sondeos actuales.

Mientras Errejón centraba sus esfuerzos en su nuevo cometido como futuro aspirante a la Comunidad de Madrid, Pablo Echenique e Irene Montero impulsaban el viraje que enterraría la transversalidad. Y ahí apareció el primer gran mantra de la nueva época: La Trama, “la red de relaciones políticas y económicas que han puesto el Estado y el país al servicio de los intereses de unos pocos privilegiados” que tuvo como exponente mediático el “TramaBús”.

Apenas unas semanas después, Podemos redobló su apuesta con una moción de censura que nacía sin fuerza para echar a Rajoy pero que tenía otro objetivo político: influir en las primarias socialistas. Si ganaba Pedro Sánchez, Iglesias confiaba en que diera la orden de apoyarles y dejar así al Gobierno contra las cuerdas. Si ganaba Susana Díaz, el no del PSOE les permitiría presentarse como los únicos que de verdad quieren sacar al PP de Moncloa. Como los líderes de facto de la oposición. Ganó él, pero sus diputados se abstuvieron e Iglesias quedó retratado con la única compañía de ERC y Bildu.

El debate sirvió, eso sí, para reforzar la imagen de Montero que como nueva portavoz se afanó en cerrar un acuerdo parlamentario con Margarita Robles, su nueva homóloga socialista. La entente tuvo problemas desde el primer minuto y, a día de hoy, nada queda de ese pacto de colaboración y comunicación prioritaria entre ambos grupos.

En paralelo, la relación entre Iglesias y Sánchez se enfriaba día a día hasta provocar el estallido del podemita, harto de no poder cobrarse las promesas electorales del socialista: “Sánchez ganó unas primarias de manera heroica y épica diciendo 'plurinacionalidad, mi primera prioridad es echar a Rajoy, no descarto la moción de censura, y mi socio preferente va a ser Podemos'. No miento si digo que Sánchez mintió a sus bases para ganar unas primarias”.

En privado Iglesias explicaba que Sánchez había dejado de contestar a sus llamadas y mensajes desde que empezó a pactar con Moncloa la respuesta a los independentistas. Podemos había optado por el otro bando. O al menos era lo que transmitía cada vez que criticaba en público al “bloque del 155” mientras escatimaba los reproches a los secesionistas.

Y entonces, Carolina Bescansa encendió las alarmas: “Me gustaría un Podemos que hablase más de España y a los españoles, y no solamente a los independentistas”, alertó en público la experta demoscópica del partido, purgada de la Comisión Constitucional por decir lo mismo en las reuniones internas. Pero desde ese día los argumentarios morados pusieron el foco en aparecer igual de críticos con el Gobierno y con los independentistas. Demasiado tarde a la vista de los resultados de los comunes en las elecciones catalanas y del último CIS.

Y así llegan a 2018. Cada vez más lejos del PSOE en las encuestas y con el aliento de Ciudadanos en su espalda. Su objetivo prioritario pasa por volver a ser una opción atractiva más allá de los ya convencidos. La primera prueba de fuego serán las municipales y autonómicas donde necesitan mantener los principales ayuntamientos que conquistaron en 2015, con énfasis especial en Madrid. Puede ser su última bala para llegar con opciones a 2020 cuando Iglesias intentará de nuevo asaltar los cielos. Para ser de nuevo sexy.

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